La trama de un joven fotógrafo que con su cámara compacta de película realiza una primera exposición en una galería de Nueva York, alcanzando altas cotizaciones comparables a los artistas consagrados, no se la cree ni el más pintado haciendo grandísimos esfuerzos de imaginación. Mucho menos, cuando se retratan personas sin su consentimiento en ambientes privados. Ni los paparazzi pueden hacer tal cosa, a riesgo de multimillonarias demandas, incluso penales. Todo lo demás en el film es puro relleno y pura filfa, empezando por la familia del protagonista y terminando por sus vecinos del barrio. Entre la galerista agresiva y el nuevo fotógrafo estrella que aparece, la falacia ridiculiza el arte plástico fotográfico, con poca gracia y nulo ingenio cómico.