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Voto de Lawrence:
8
Drama Wladyslaw Szpilman, un brillante pianista polaco de origen judío, vive con su familia en el ghetto de Varsovia. Cuando, en 1939, los alemanes invaden Polonia, consigue evitar la deportación gracias a la ayuda de algunos amigos. Pero tendrá que vivir escondido y completamente aislado durante mucho tiempo, y para sobrevivir tendrá que afrontar constantes peligros. (FILMAFFINITY)
5 de noviembre de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hermoso picado de la ciudad de Varsovia, en blanco y negro, inicia la película.

Wladyslaw Szpilman, pianista famoso del país, está tocando su piano en una estación de radio. En ese momento cae una bomba en el edificio, todos evacuan el lugar mientras van cayendo más bombas. Es señal de que los nazis están invadiendo Polonia. De esa manera inicia para este país, por un lado, lo que la historia recordaría como el Holocausto judío, y para Szpilman, por otro, lo que la historia recordaría como la odisea de un artista en medio de la guerra más cruenta de la humanidad. El drama de su vida durante la II Guerra Mundial es narrada por esta excelente película de Roman Polánski, que logra combinar el horror y la belleza de manera ejemplar.

La película es un elogio de la supervivencia. Cuenta la historia de este pianista judío que fue capaz de soportar la extrema vida a la que estos fueron sometidos por los beligerantes nazis, durante la II Guerra Mundial, un hombre que finalmente, gracias a un don que le dio la naturaleza, logró seducir a su verdugo alemán (con una escena final para la posteridad).

Es una historia donde la verdadera esperanza resulta ser la música (o el arte), la única capaz, al parecer, de redimir a los hombres de los gritos, las lágrimas o los lamentos. La música que es el lenguaje universal. Es un viaje en búsqueda de la belleza en tiempos del caos.

El arte es libertad. Libertad de la que no podrá privarnos enemigo alguno. El día en que la creatividad y la imaginación se puedan comprar, ese día acabará el arte como lo conocemos. Pero ese día, seguramente, nunca llegará. Esta película pone una tílde sobre esto.

Ario o semita. Rico o pobre. Judío o Alemán... La música (o el arte) no conoce razas, clases, ni fronteras, es un don y un patrimonio que le pertenece a toda la humanidad, y este podría residir tranquilamente en un pordiosero que duerme bajo un puente en la ciudad más pobre del mundo.
Lawrence
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