Las comedias francesas funciona bien, casi siempre, e incluso cuando no funcionan bien, son entretenidas. Las comedias francesas tienen una estructura inamovible que marca el tempo como un reloj suizo. Pueden tener buenos o malos actores, un buen o un mal guion, puedes estar bien o mal dirigidas, pero todas son parecidas, tanto en la gloria como en el fracaso. Por eso, cuando veo una comedia francesa, me lanzo a por ella a degüello. A veces salgo decepcionado pero siempre salgo asombrado de la capacidad del cine francés por entretener. Porque son ellos -y no la industria norteamericana- quienes siempre han comprendido mejor que nadie lo que significa hacer entretenimiento desde la comedia.

Y ahora vayamos a lo importante: ¿Es "Un buen doctor" una buena o una mala película? Seamos sinceros, esta comedia nunca ganará premios internacionales, pero no es una mala película. Todo lo contrario: es entretenimiento de primera. Te da lo que esperas, te ríes, te emocionas, observas y piensas. Es verdad que funciona con el piloto automático puesto, utilizando todos los tópicos de la comedia francesa. ¿Pero qué importa eso? Porque "Un buen doctor" es entretenida. Y mucho.

Lo mejor de esta comedia son los actores (un inmenso Michel Blanc que se come la pantalla), el ritmo (siempre están sucediendo cosas), el diseño de producción (esta rodada elegantemente sin escatimar en gastos) y te deja con esa agradable sensación de haber visto algo inofensivo pero que te ha regalado 90 minutos de distracción sin fisuras.

Y, además, sucede íntegramente en la noche de navidad en París. ¿Qué más se puede pedir?