En esta sátira política, la trama principal (bienintencionada) se pierde en una gravedad que no requiere. Estamos ante la típica comedia de falsas identidades (o de gemelos) que provocan situaciones disparatadas y que tantos honores ha provocado en el cine de humor. En "Viva la libertad", los guionistas pretender coger una base humorística para hacer una aburrida reflexión sobre la política y la honestidad porque alargan el discurso moralista en un innecesario ejercicio de humor minimalista con el que el público no consigue conectar. La idea que sale del intercambio de gemelos no se puede negar que no sea brillante (el hermano filosofo y enfermo mental conecta mejor con el pueblo que el político de carrera) pero esta brillantez acaba ahogada por unos diálogos pedantes y alejados del género.

"Viva la libertad" se salva por la interpretación amable de Toni Servillo en una cinta aquejada de una lentitud innecesaria y una solemnidad que la aleja del público. Le falta ritmo, le falta fuerza, le sobra densidad. Es como contar un chiste demasiado largo, cuando llega el momento de reir ya te has quedado dormido.