La película cuenta la historia de cómo el conserje M. Gustave (Ralph Fiennes) se convierte en el dueño del Grand Budapest Hotel, al lado de su mano derecha el botones Zero (Tony Revolori), el film arranca en el año 1985 y se narra mediante un flashback primero en 1968 y posteriormente en 1932.

El film amado por la crítica y gran parte del público a mí en particular me aburrió, por un simple hecho y es que la trama en ningún momento me atrajo, se vuelve tediosa con tantos personajes que tan poco le aportan al relato y las distintas épocas, ojo, no es enredada, es tediosa.

El reparto gigantesco lleno de luminarias se pierden en el relato y a ninguno se le saca mayor provecho, hacen bien pero aparecen poco y no son muy exigidos, salvo Fiennes y Revolori que llevan el peso. Fácil, Anderson se juntó con sus amiguetes y les regaló un pedacito de presencia en su nuevo trabajo.

La película intenta jugar con un contexto histórico como es el de entreguerras, pero tampoco lo consigue, muy maniatado y forzado todo no produce nada positivo. Wes Anderson continúa fiel a su estilo, un trabajo arduo y llamativo de un director que llena de fantochería la pantalla.

The Grand Budapest Hotel se servía como uno de los filmes más importantes del año, pero de mi parte ha terminado siendo una gran desilusión.