En los años 60, "La Gran Familia" y su secuela "La Familia y uno más", resultaron productos blandos, bienintencionados, con un tufo propagandístico del régimen franquista en pleno desarrollismo. Una inmensa familia de nada menos 16 hijos, que mantiene un matrimonio modélico con estrecheces económicas de todo tipo pero con optimismo y buen humor y la unión de la tropa a toda costa.

Varios años después, en plena Transición, Pedro Masó retomó sus personajes pero con un acompañante decisivo a la hora de escribir el guión: Rafael Azcona, cuya aportación resultara esencial en el nuevo enfoque de la saga. Atrás queda esa imagen idealizada de las cintas sesenteras, para dar paso a un tono eminentemente amargo y desencantado con toques de humor, de la mano de un inmenso Jose Luis López Vázquez, pero hasta las situaciones cómicas esconder un revés dramático: el grupo se ha desintegrado y cada hijo vive a su manera. El itinerario de Closas y López Vázquez por los diversos hogares familiares le ponen frente a una realidad cruda a la que ambos personajes no han querido enfrentarse, tal vez porque nunca salieron de ese idealizado banco y negro de quince años atrás, los niños han crecido y en muchos casos, su realidad no es la deseada por aquellos que los cuidaron. La idea de clan familiar unido siempre contra viento y marea es mas bien una quimera.
Planteamiento interesante, no cuajado del todo ,porque a fin de cuentas ,Pedro Maso nunca fue precisamente un cineasta con talento excepcional, pero con excelentes trabajos de sus dos protagonistas y de largo, la mejor de la serie.