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Voto de Yonomeaburro:
10
Intriga. Thriller Después de ser secuestrado, Paul Conroy (Ryan Reynolds), contratista civil en Irak, se despierta enterrado vivo en un viejo ataúd de madera, sin más recursos que un teléfono móvil y un mechero. El teléfono podría ser el único medio que lo salvara de esa mortal pesadilla, pero la precariedad de la cobertura y la escasa batería parecen obstáculos insuperables en su lucha contra el tiempo: sólo dispone de 90 minutos para ser rescatado ... [+]
1 de octubre de 2010
100 de 136 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay "algo" de la historia que recuerda a otras películas, hitchcockianas en su mayoría (La soga, Naufragos, el epi famoso de Hitchcock presenta...). Más reciente está La Novia de Tarantino enterrada viva en Kill Bill... O la pareja aparentemente muerta por la picadura de una araña, pero viva, en Perdidos. Y el doble episodio de CSI Las Vegas 5x24 "Peligro sepulcral" (2005), en el que el CSI Nick Stokes es enterrado vivo y sus compañeros mueven cielo y tierra para encontrarle.

Y dicho todo esto, tengo que decir que me importa un carajo. Es obvio que la idea de un hombre enterrado vivo ya se ha rodado. Es un miedo universal, como tantos otros (ahogarse vivo, quemarse vivo, añade lo que sea, siempre vivo y te cagarás de sólo pensarlo). Y que si no se ha hecho más veces es porque, obviamente, es muy complicado. Meter a un tío en una caja y buscarle el ángulo perfecto en plena oscuridad no sólo es una locura si no que tiene bastante morbo añadido. Es claustrofóbico, claro, y te agobia hasta acongojarte, y te deja sin aliento. Y, sí, para qué engañarnos, puede resultar hasta sádico. Pero esto no es Saw, ni Hostel, ni gores por el estilo. Esto es terror psicológico puro. Y yo, fan de Stephen King, sé de lo que hablo.

Ryan Reynolds puedes ser tú. No es un héroe, como La Novia tarantiniana. Ni tiene a un brillante equipo del CSI buscándole por ser uno de los suyos. En ningún caso le mueve la venganza. Paul Conroy, su personaje, sólo depende de sí mismo. Reynolds le insufla al personaje una credibilidad con la que el espectador empatiza a medida que avanza el brillante guión.

Ni existe el crimen perfecto ni existe una forma "real" de mantener 90 minutos a un tío en una caja y que tú puedas verlo. Si en el episodio de CSI "la técnica" era una cámara en el interior de la caja puesta ahí por el secuestrador para que los CSI vean en tiempo real lo que le sucede a Stokes, en Buried tenemos el juego del móvil. Un p*** móvil. Y con eso, y cuatro cosas más (léase macguffins), Cortés propone un osado ejercicio de dirección donde juega, como su personaje, con todo lo que le ofrece ese pequeño espacio.

Nosotros estamos dentro de la caja, y no hay más. Y esta tensión argumental, con la que, sin darte cuenta, te dejas llevar (¡qué puñetera energía desprende!), con un solo personaje y una única ubicación, sorprende. Esto es, para mí, lo mejor de Buried: que sin correr te cansas; que sin saber vas entendiendo; que estás terminando algo que de inicio sientes acabado, down, a dos metros bajo tierra. Y si hicieran un 'remake' yanqui pues sería muy CSI, muy Jerry Bruckheimer. Cortés, que sabe enumerar y muy bien lo mejor de sí mismo como director, sabe que tiene algo bueno entre manos, que lo que tiene de arriesgado y personal es parte de su atractivo. Y eso a los que no nos gusta el cine convencional nos pone. Yo acabé exhausta, disfrutando en silencio tan extraño malestar. Algo inusual. Cortés se la ha jugado, otra vez, y ha ganado. Y él lo sabe.
Yonomeaburro
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