Dicen muchos, equivocadamente, que son cuentos para adultos. No se han tomado la molestia de leer el título original de la obra escrita por Giambattista Basile: "Lo cunto de li cunti overo lo trattenemiento de peccerille" (El cuento de los cuentos, o el entretenimiento de los pequeños). Lo que pasa es que la filosofía Disney ha establecido que los niños bajo ningún concepto deben tener conocimiento de la realidad, y menos aún de la verdadera naturaleza del amor, ese sentimiento tan elevado.

Una reina que lo da todo por gestar una criatura y privarla de la compañía que la hace feliz, un rey insaciable que arroja a la papelera a su cambiante amada y otro que trata mejor a su mascota que a su hija. A su vez, unas víctimas tan egoístas como los verdugos: la joven otrora anciana que se desentiende de la hermana (dantesca su aparición final) y la princesa prometida que solo ve un monstruo en el ogro. Amor-dominio, amor-sumisión, amor propio.

Desde "Magical Girl" (Carlos Vermut, 2014) no veía una disección del amor, con todas sus miserias y vilezas, tan osada, tan políticamente incorrecta. Sobran los diálogos, sobran las moralejas expresas, todo queda en manos de los actores, cuyas austeras interpretaciones nublan aún más la tétrica atmósfera que envuelve ese mundo no fantástico, sino despiadadamente real. Mientras tanto, el público y los críticos inflando las notas de las modernas versiones edulcoradas.