Lo que diferencia a Manhattan de otras películas muy malas, es que en ésta el director es capaz de sacar tu lado más violento, o ponerte muy nervioso cuando menos. Lo consigue a través de diálogos y monólogos que no son más que gilipolleces que el señor Allen emplea para que nos demos cuenta de lo inteligente que es, lo rápido que habla debido a su propia inteligencia, o lo bien adaptado que está al ritmo del siglo XX en general y al de la gran manzana podrida en particular.

Muy recomendable para los que tengan complejo de intelectuales, o todo lo contrario, o yo que sé.