Media votos
6.6
Votos
2,782
Críticas
24
Listas
63
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Keichi:
8
8 de septiembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La noche americana, uno de los trabajos más hermosos y queridos de Truffaut, supone todo un ejercicio de metacine. Realidad y ficción dentro de la ficción, cine dentro del cine, se entremezclan en el rodaje de Os presento a Pamela, una película ficticia. Como no podía ser de otro modo, el propio Truffaut se asigna el papel de director. Le acompañan un variado elenco de intérpretes, destacando los actores protagonistas Jacqueline Bisset, Jean-Pierre Léaud, Jean-Pierre Aumont y una maravillosa Valentina Cortese. También podemos ver a Nathalie Baye en una de sus primeras apariciones. Con esta historia el realizador consiguió no solo captar el ambiente de equipo que se respira detrás de las cámaras sino también llegar al corazón de los profesionales de su gremio: La película estuvo nominada a cuatro Oscars, de los cuales obtuvo el de mejor película de habla no inglesa.
Repiten Pierre-William Glenn y Georges Delerrue, quien vuelve a deleitarnos con una partitura extraordinaria. El mismo inicio del film nos da una idea del aprecio que François sentía por este compositor, con esa consulta musical en negro. Truffaut alardeaba habitualmente de cinefilia pero en esta película sus homenajes se disparan, llegando incluso a la autorreferencia en la gestación de una escena de La piel suave. Detrás de la cotidianeidad del rodaje, los pequeños trucos revelados al espectador o las inevitables vueltas al amor siempre está la mirada del niño romántico que robaba las postales de sus ídolos en sueños. Al igual que la ilusión de la noche americana, el cine imita a la vida pero siempre termina superándola. Lo dice una de las frases más recordadas del film: En el cine no hay atascos ni tiempos muertos. Las películas avanzan como trenes en la noche. No puede concebirse mejor canto de amor al oficio del cine.
Repiten Pierre-William Glenn y Georges Delerrue, quien vuelve a deleitarnos con una partitura extraordinaria. El mismo inicio del film nos da una idea del aprecio que François sentía por este compositor, con esa consulta musical en negro. Truffaut alardeaba habitualmente de cinefilia pero en esta película sus homenajes se disparan, llegando incluso a la autorreferencia en la gestación de una escena de La piel suave. Detrás de la cotidianeidad del rodaje, los pequeños trucos revelados al espectador o las inevitables vueltas al amor siempre está la mirada del niño romántico que robaba las postales de sus ídolos en sueños. Al igual que la ilusión de la noche americana, el cine imita a la vida pero siempre termina superándola. Lo dice una de las frases más recordadas del film: En el cine no hay atascos ni tiempos muertos. Las películas avanzan como trenes en la noche. No puede concebirse mejor canto de amor al oficio del cine.