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Voto de seagal4ever:
6
6.4
633
Terror. Thriller
Tras una pelea con su socio, un frustrado escultor londinense contempla atónito cómo éste incendia el museo con el fin de cobrar el seguro y poder pagar las deudas. El artista queda inconsciente en medio del fuego, pero sobrevive, aunque con las manos quemadas. Años más tarde reabre el museo en Nueva York. (FILMAFFINITY)
14 de noviembre de 2009
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodada en poco más de un mes, "Los crímenes del museo de cera" es un filme no demasiado conocido (por algunas razones que a continuación comentaré) dirigido por el señor Michael Curtiz, artífice de obras tan recordadas como "Casablanca" o "Robin de los Bosques". Para muchos se trataba de un hombre con limitadas capacidades en cuanto a dirección se refiere que, sin embargo, bajo el sistema clásico de estudios funcionaba muy bien y daba sus mejores frutos. Por todos es sabido el escaso dominio por parte de Curtiz del inglés y sus más que rudos modales a la hora de dirigir. Pero pese a todo, creo que tanto en esta obra como en muchas otras, el bueno de Curtiz sí que deja su sello de manera clara, sobre todo en lo que al aspecto visual se refiere.
La película fue rodada por un primitivo sistema de Technicolor, bastante rudimentario, y que únicamente poseía dos franjas de color: rojo y verde. El motivo: que eran los colores necesarios para lograr recrear con mayor precisión las tonalidades de la piel humana. Para muchos, esta coloración del filme es uno de sus puntos en contra, pero personalmente me parece todo lo contrario. Logra dotar al conjunto de una textura de lo más interesante, que unido a la excelente fotografía, confiere al filme un aspecto visual de lo más llamativo.
La historia que se nos cuenta es la de Ivan Igor, un brillante escultor de figuras de cera que tras el incendio de su taller en Londres ve cómo todas sus creaciones son destruidas, y con ellas también sus innatas capacidades para esculpir, pues sus manos quedan completamente quemadas.
La película fue rodada por un primitivo sistema de Technicolor, bastante rudimentario, y que únicamente poseía dos franjas de color: rojo y verde. El motivo: que eran los colores necesarios para lograr recrear con mayor precisión las tonalidades de la piel humana. Para muchos, esta coloración del filme es uno de sus puntos en contra, pero personalmente me parece todo lo contrario. Logra dotar al conjunto de una textura de lo más interesante, que unido a la excelente fotografía, confiere al filme un aspecto visual de lo más llamativo.
La historia que se nos cuenta es la de Ivan Igor, un brillante escultor de figuras de cera que tras el incendio de su taller en Londres ve cómo todas sus creaciones son destruidas, y con ellas también sus innatas capacidades para esculpir, pues sus manos quedan completamente quemadas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La historia resulta ciertamente interesante, pero el desarrollo de la misma tiene varios baches. En primer lugar, la subtrama de la periodista dicharachera (interpretada por Glenda Farrell) resulta bastante cargante. Típico personaje que no se calla ni debajo del agua y que posee un enorme protagonismo en el desarrollo de la trama, cuando lo adecuado habría sido dejarla como secundaria en favor de la historia del propio Igor y su truculento plan para hacer resurgir su nuevo museo de cera, más real y mejor si cabe que el de Londres.
Resulta esclarecedor para este personaje de la periodista la ausencia del Código Hays de conducta cuando el filme se rodó. Ello permitió que en la película se hable sin reparo alguno de la vida sexual de un policía, se muestre a otro leyendo una revista de lo más pícara, a un yonki perdido que va colocado hasta las cejas, a la periodista atiborrándose de bebidas alcohólicas de un ataúd y prometiendo su parte al resto de policías, o ese final, que he de reconocer que me dejó a cuadros, en que Florence acepta casarse con su redactor jefe y dejar tirado al joven y apuesto millonario. Todo esto hizo que, con a aprobación del mencionado Código Hays, el filme cayera en el olvido y apenas fuera emitido en TV. Si a esto le añadimos que la copia de la película se quemó en un incendio y estuvo desaparecida hasta los años '60, y que se hizo un remake en 1953 que suele estar en líneas generales mejor considerado que esta obra, entenderemos el porqué del desconocimiento hacia este filme, que afortunadamente poco a poco va saliendo de las profundidades en que cayó y es cada vez más popular no sólo ya por los cinéfilos, sino por el público en general.
En cualquier caso no puedo dejar se reseñar que el filme en algunos momentos pierde intensidad y enteros al dejar demasiado de lado la trama principal de Igor y su plan de robar los cadáveres de la morgue para su museo. Los elementos de comedia no terminan de cuajar del todo en el conjunto y queda la sensación de una especie de batiburrillo de demasiadas ideas, algunas interesantes y otras no tanto.
En definitiva, nos encontramos ante una interesante propuesta, con una sugerente historia, que sin embargo se ve perjudicada por su lento desarrollo y por la enorme importancia que cobra la figura de la espabilada periodista. Pese a todo, la fotografía y ese Technicolor primitivo resultan una delicia para los ojos, al igual que la sobria dirección de Curtiz, con unos encuadres más que llamativos en alguna ocasión. Se han realizado dos remakes: uno en 1953 ("Los crímenes del museo de cera" de André De Toth) y otro en el año 2005 ("La casa de cera" de Jaume Collet-Serra). Puede que haya dudas sobre cuál de las tres versiones es la mejor, pero no hay ninguna respecto a cuál es la peor.
Resulta esclarecedor para este personaje de la periodista la ausencia del Código Hays de conducta cuando el filme se rodó. Ello permitió que en la película se hable sin reparo alguno de la vida sexual de un policía, se muestre a otro leyendo una revista de lo más pícara, a un yonki perdido que va colocado hasta las cejas, a la periodista atiborrándose de bebidas alcohólicas de un ataúd y prometiendo su parte al resto de policías, o ese final, que he de reconocer que me dejó a cuadros, en que Florence acepta casarse con su redactor jefe y dejar tirado al joven y apuesto millonario. Todo esto hizo que, con a aprobación del mencionado Código Hays, el filme cayera en el olvido y apenas fuera emitido en TV. Si a esto le añadimos que la copia de la película se quemó en un incendio y estuvo desaparecida hasta los años '60, y que se hizo un remake en 1953 que suele estar en líneas generales mejor considerado que esta obra, entenderemos el porqué del desconocimiento hacia este filme, que afortunadamente poco a poco va saliendo de las profundidades en que cayó y es cada vez más popular no sólo ya por los cinéfilos, sino por el público en general.
En cualquier caso no puedo dejar se reseñar que el filme en algunos momentos pierde intensidad y enteros al dejar demasiado de lado la trama principal de Igor y su plan de robar los cadáveres de la morgue para su museo. Los elementos de comedia no terminan de cuajar del todo en el conjunto y queda la sensación de una especie de batiburrillo de demasiadas ideas, algunas interesantes y otras no tanto.
En definitiva, nos encontramos ante una interesante propuesta, con una sugerente historia, que sin embargo se ve perjudicada por su lento desarrollo y por la enorme importancia que cobra la figura de la espabilada periodista. Pese a todo, la fotografía y ese Technicolor primitivo resultan una delicia para los ojos, al igual que la sobria dirección de Curtiz, con unos encuadres más que llamativos en alguna ocasión. Se han realizado dos remakes: uno en 1953 ("Los crímenes del museo de cera" de André De Toth) y otro en el año 2005 ("La casa de cera" de Jaume Collet-Serra). Puede que haya dudas sobre cuál de las tres versiones es la mejor, pero no hay ninguna respecto a cuál es la peor.