Lo peor que tiene “Big game” no es su desarrollo surrealista, lo peor es que se tome en serio así misma. Aunque deje escapar algún detalle cómico de tan estrambótica situación, tal vez, bajo ese enfoque tan chocante, lo mejor hubiera sido optar desde el principio por una versión más humorística ante la coyuntura que reflejara, de verdad, lo inverosímil de toda la trama y de tan contrapuestos personajes. Curioso, pero pensándolo, a buen seguro que el resultado habría sido más óptimo.
Como ya ocurriera en el pasado con Bill Pullman en “Independence Day” (1996) o Harrison Ford en “Air Force One” (1997) ahora le toca a Samuel L. Jackson ejercer de presidente de la nación más poderosa de la Tierra y arremangarse y tener que sacarse las castañas del fuego él solito acompañado, esta vez, por un chaval de 13 años, respondón y orgulloso pero muy simpático cuya meta es demostrar a sus mayores que puede ser tan valiente como lo fueron éstos en el pasado. La curiosa relación, por variopinta, que aflora entre ellos junto con una preciosa fotografía que da buena prueba de dónde se desarrolla la acción son las mejores bazas con las que cuenta esta especie de curso acelerado al aire libre de aprender a descubrirse a uno mismo.
Un "gran juego" que no es para tanto. Buen entretenimiento pero enseguida se olvida uno de ella. Regular.