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Voto de Sines Crúpulos:
8
Drama Con sólo catorce años, Antoine Doinel se ve obligado no sólo a ser testigo de los problemas conyugales de sus padres, sino también a soportar las exigencias de un severo profesor. Un día, asustado porque no ha cumplido un castigo impuesto por el maestro, decide hacer novillos con su amigo René. Inesperadamente, ve a su madre en compañía de otro hombre; la culpa y el miedo lo arrastran a una serie de mentiras que poco a poco van calando ... [+]
8 de septiembre de 2008
128 de 159 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antoine Doinel es incapaz de distinguir un alejandrino de un endecasílabo. Qué barbaridad. Y por ello es castigado sin recreo. Qué barbaridad. Estos franceses, son unos blandengues. El cura que me daba lengua en sexto le habría arreado tal hostia en la cabeza, que a día de hoy a Antoine aún le picaría el cuero cabelludo.
En el reformatorio, parece ser que saben mejor de qué va el tema. ¿Derecha o izquierda? Izquierda. Bofetón con la mano abierta. Ya se parece más, aunque el Vicente Ugarte no se quitaba el reloj. Ni el anillo papal de 5 kg.

Disculpadme un momento, que tengo que ir a lavarme los puntos de sutura que guardo desde octavo. Os dejo con una canción de Asfalto.

Bien abrigado,
llegaba al colegio,
1960,
hace poco tiempo...

Bueno, ya estoy aquí. Como iba diciendo, nosotros, los corazonistas, educados bajo la más estricta ley de "el borrador de madera incrustado en el cráneo por toser a destiempo", salimos rectos y disciplinados. También ha salido algún asesino en serie, pero eso es pecata minuta.

Así que Antoine huye de sí mismo, por plagiar a Balzac, por no gozar del cariño de una madre, por excusar las faltas con funerales familiares... por recibir cuatrocientos golpes. Y corre en busca de un amigo. Alguien o algo que se parezca a René. Camarada René. Alguien que le ayude a huir sin necesidad de salir corriendo; mediante la fuerza centrífuga de una atracción de feria, mediante el cine, mediante un diván junto a un caballo, mediante una revistas, mediante la solidaridad.

Ahora a los párvulos se les acaricia si se portan mal. Y es por ello que resulta imposible ver una película protagonizada por niños sin sufrir arcadas. Son niños mimados, que seguro que gozan de sus propios camerinos. Convencido estoy de que Jean-Pierre Léaud, sacaba la basura después del rodaje. Y así, no desentonan los diálogos entre imberbes y adultos, y puede Truffaut despreocuparse de eso y dedicarse a buscar el ángulo que dramatice o el piano que despierte la compasión. Y cuando tras las rejas, se desliza una lágrima por el rostro de Antoine, reflexionas y te percatas de que esto no es más que un peliculón de cabo a rabo.
Sines Crúpulos
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