Es relativamente frecuente en el cine o en los espectáculos cómicos presentar parejas de actores que se reparten la parte seria y la parte de broma o de risa de su actuación. Son famosas por ejemplo Pompoff y Teddy en el circo o Stan Laurel y Oliver Hardy, el Gordo y el Flaco, en el viejo cine mudo.
Pues bien, después de algunas cintas trabajando juntos, los productores debieron ver la afinidad interpretativa que se daba entre Bud Spencer, el gordo, y Terence Hill, el flaco, y decidieron embarcarlos en el montaje de la serie Trinidad ambientada en el Oeste. Para nosotros una suerte de comedia bufa en las antípodas de la ternura y la delicadeza que destilan las películas de los entrañables Laurel y Hardy o de otros muchos grupos cómicos.
La rudeza del mayor de los Trinidad (Spencer) no le impide ser diestro en la extracción de proyectiles, como demuestra con un pobre mejicano al que le saca una bala del brazo después de anestesiarlo a base de bien con whisky y de "esterilizar" el cuchillo en la llama y con el alcohol del quinqué. Una vez la bala fuera, presiona directamente con el dedo para limitar la hemorragia y para cortarla quema en la misma herida un poco de pólvora. Luego a descansar y a dormir la mona. También nos ha llamado la atención la publicidad que con grandes anuncios se hacía ya entonces de la famosa Emulsión Scott, fabricada a base de aceite de hígado de bacalao y muy rica en ácidos grasos, vitaminas y sales minerales.
Pues bien, todo ello no debe hacernos olvidar que la obra forma parte de una serie de ¿westerns?, cuya presunta comicidad se basa en gags mugrientos, pedorros y mamporreros.