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Voto de Lafuente Estefanía:
8
Drama Una larga cadena de muertes por venganza y honor entre familias enemigas provoca que el joven médico Gerardo tenga que regresar a su pueblo. Ante la frialdad de su madre, Gerardo se verá obligado a continuar el enfrentamiento. (FILMAFFINITY)
13 de septiembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la discreta aproximación al cine mexicano más o menos próximo al western que venimos realizando, lo que más nos ha llamado la atención es el auténtico culto que se hace al macho, al machote, al valiente. Tal vez sea una casualidad, no lo sabemos, pero apreciamos una sobrevaloración de la testosterona.
Revisando esta obra de Buñuel nos encontramos con un pueblo del "México caliente", Santa Bibiana, que se ha desarrollado a un lado del río, "Río Macho" lo hubiera llamado seguramente Hawks, dejando al otro el cementerio y un desierto o matojal, donde voluntariamente se recluyen los autores de crímenes vengadores de viejos litigios entre familias.
Las familias. La "cosa nostra" siciliana palidece ante las "vendettas" mexicanas. La mafia al menos mataba allí por mandar, por dominar e imponerse en un territorio, aquí se hace por una vaca que pastó hace un siglo en un prado ajeno, por una mirada ...
En México no hay "padrinos", pero hay "familias" que no necesitan tener lazos de sangre entre sus miembros. En los genes va un culto exacerbado a la presunta valentía que exigen las viejas tradiciones, "Tengo el honor muy arribita para que me lo manchen", o "No le tengo miedo a los balazos sino a la cobardía".
Y todo esto aceptado por toda la sociedad. Desde la autoridad policial, "Aquí no hay crímenes, hay hombres que se matan por honor", a la eclesiástica que lleva su pistola bajo la sotana, "No puedo recomendar a mis feligreses que se dejen matar por sus enemigos".
Coartadas exculpatorias ante las que nada puede la voluntad de unas pocas personas, Don Nemesio (Moreno) o Chinelas (Varela), conscientes de la esterilidad de esta forma de entender la vida.
Drama de costumbres con aires de western, todos con su pistola bien ajustada al cinto, desarrollado a través de un guion magnífico y de una realización genial. Ritmo sostenido que intercala escenas de notable valor etnográfico como la procesión con sus estandartes, peanas, cohetes, música, banderas, disfraces y una especie de cabezudos con grandes sombreros; o las escenas de los entierros visitando con el muerto las casas de los amigos ... y de los enemigos, de nuevo entre cohetes, antes de embarcarlos para cruzar el río en el viaje definitivo.
Personajes tallados en piedra, graníticos, coherentes, muy bien interpretados. Excelente también la fotografía.
Como protagonista esta vez un médico, Gerardo Anguiano (Cordero), un hombre de ciencia educado fuera de Santa Bibiana por voluntad de su madre, Mercedes (Domínguez), para que no reciba el influjo del ambiente vengativo. Se plantea aquí si el origen de esta violencia se halla exclusivamente en el aislamiento del pueblo o en su incultura. Médico que padece a su vez una insuficiencia respiratoria que le obliga a permanecer dentro un "cartucho" cilíndrico metálico de grandes dimensiones. Médico que tiene a su vez una brillante carrera profesional ante sí, "Cure la polio pero no la agarre", como le invita el director de su hospital.
Cuando finalmente acepte regresar a Santa Bibiana para tratar de pacificar la situación, comprenderá Gerardo las dificultades que entrañan sus buenas intenciones. Incluso con su propia madre. De poco servirán sus argumentos, "Mi deber es salvar vidas, no quitarlas", frente a la fuerza de la costumbre que le recuerda que "Un hombre de ciencia es también un hombre".
En fin, una película sobresaliente del gran genio de Calanda. Tal vez poco conocida, pero muy recomendable.
Lafuente Estefanía
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