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Voto de Lafuente Estefanía:
8
Western Warlock, una pequeña ciudad que se dedica a la ganadería, está dominada por una banda de criminales. Para restablecer la paz y el orden, un comité de ciudadanos decide nombrar sheriff a un famoso pistolero (Fonda). Diversas circunstancias harán que el sheriff y su ayudante (Widmarck) acaben enfrentándose. (FILMAFFINITY)
10 de diciembre de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una buena mano de póker, si señor. Una buena mano y bien jugada por parte de Dmytryk. Dos ases, uno de diamantes que para eso gasta pistolas de oro, Clay Blaisdell (Fonda) y otro de picas, su inseparable amigo, socio y protector en la sombra, Tom Morgan (Queen). El tercer as, de corazones, tarda un poco en unirse a la jugada pues viene de un descarte, Johnny Ganon (Widmark). Remata el full una pareja de bellas damas, la de corazones Jessica Marlow (Malone) y la de picas Lilly Dallas (Michaels). Aunque la actuación de todos ellos raya a gran altura, destaca especialmente el duelo interpretativo entre Queen y Fonda. Magníficos.
Arranca la cinta con el carro con la cuba de agua regando la calle principal de Warlock, una ciudad de frontera alejada de los centros administrativos. Solo le da tiempo a regar una mitad de la calle, por un extremo asoman los pistoleros del rancho San Pablo que van directos a retar al sheriff y a demostrar a todos quien manda allí. Como el de la estrella no es un héroe, abandona la ciudad entre las burlas de los pistoleros y el terror de los vecinos que se reúnen para buscar una solución.
Y la encuentran en la figura de un pistolero protector sin nombramiento oficial, Blaisdell, famoso tanto por las ciudades que había pacificado como por las pistolas de oro que luce. En el lote va su amigo Morgan para guardarle las espaldas, pese a su condición de tullido, pero también para aprovechar la situación y hacer sus propios negocios. Blaisdell habla claro, actúa siempre a su manera y advierte que su presencia es primero aplaudida, sí, pero luego criticada hasta que debe marchar a otro sitio. En el debate que sigue, desconfiada, preguntará Jessica por sus métodos. También participa el juez que los vecinos han designado, un personaje que nos parece del mayor interés, interviene en todos los debates criticando y quejándose de la situación, advirtiendo los riesgos del abuso de poder pero sin proponer nunca alternativas realistas. Hay cierta hipocresía en su actitud y, porqué no, también algo de cobardía. De hecho en una de las escenas finales, significativamente, Blaisdell se lo quita de en medio enfadado tirándole las muletas al suelo.
Este es el planteamiento general del drama, porque de un drama se trata: las armas que cabe emplear en la lucha contra la injusticia y el terror. En este sentido, a lo largo de la cinta emerge la figura de Johnny, que desde las filas de los matones se pasa a las de la justicia aceptando el nombramiento oficial de sheriff de la ciudad. En medio dos historias de amor con finales distintos. Concluye el drama con las calles de nuevo mojadas a medias tras la tormenta nocturna, pero ahora con las pistolas de oro abandonadas en el suelo por su dueño.
Magnífica película con un argumento y un guión enormes, con personajes de poderosa personalidad y de gran hondura psicológica. Los buenos no lo son del todo, ni son malos todos los que lo parecen. Mientras tanto el pueblo mira y sufre, pero no es capaz de tomar las riendas de su destino. Es más cómodo que otros lo hagan y se manchen las manos de sangre. Hay también cierta hipocresía en su actitud que aquí se denuncia. "La ciudad debe defenderse por sí misma", se dice en algún momento.
A destacar un par de citas sanitarias, cuando Jessica recuerda su actuación como enfermera en una epidemia de tifus en el hospital del Dr. Warner, quien cura la mano herida de Johnny y le recomienda mitigar su dolor con seis gotas de láudano en un vaso de agua.
Dos cuestiones para terminar. Una, la pretendida relación homosexual que algunos quieren ver entre Blaisdell y Morgan: el que tiene hambre sueña bollos. Y dos, el flaco favor que se hace a los grandes méritos cinematográficos de Dmytrik con la eterna cantinela de la detestable persecución marcarthista que sufrió por sus ideas políticas. Su obra como director no necesita para nada de este apoyo. Al cine lo que es del cine y a las ideologías lo que es de las ideologías.
Lafuente Estefanía
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