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Voto de Cadiztano:
9
Drama Walt Kowalski (Clint Eastwood), un veterano de la guerra de Corea (1950-1953), es un obrero jubilado del sector del automóvil que ha enviudado recientemente. Su máxima pasión es cuidar de su más preciado tesoro: un coche Gran Torino de 1972. Es un hombre inflexible y cascarrabias, al que le cuesta trabajo asimilar los cambios que se producen a su alrededor, especialmente la llegada de multitud de inmigrantes asiáticos a su barrio. Sin ... [+]
19 de septiembre de 2009
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Los años no pasan en balde, ni para Eastwood ni para el cine USA. William Munny y Harry Callahan son dinosaurios, sus expeditivo y desmesurado culto a la cultura del ojo por ojo es una reliquia en el contexto de una América que trauma después de trauma aprendió a convivir con sus propios fantasmas. Hace dos décadas Watl Kowalski, perro rabioso, majadero impenitente, gruñón y reaccionario, habría seguido los pasos de aquellos, pero el tiempo pasa y las pasiones se atemperan. En Walt Kowalski se reencuentran después de tantos años el William Munny de "Sin perdón", el Harry Callahan de la serie "Harry el sucio" o el Thomas Highway de "El sargento de hierro " entre otros ilustres duros, reaccionarias alimañas del arquetipo Eastwoodiano de toda la vida.

Lo fascinante de esta improvisada reunión de viejas glorias es que reencarnados en la figura escorbútica de Walt Kowalski delatan hasta qué punto Eastwood evoluciona sobre las cenizas de su propio cine y se resiste a atascarse en la mirada nostálgica del pasado. "Gran Torino" es cine Eastwood cien por cien, en sus disquisiciones otoñales acerca de la violencia, la venganza y la justicia paralela, si bien Kowalski, tan hijo de mala madre como sus antepasados, es un hombre del siglo XXI, desbordado por el interculturalismo, acorralado por los otros y empujado a las malas a evolucionar y a redimirse en el esfuerzo de encajar las interferencias del mundo que le rodea y que ya no acierta a comprender. Pero además Eastwood sigue focalizando sus fuerzas en reflexiones añejas: la fe, la familia y el conflicto atávico entre individuo y sociedad, a través del enésimo outsider marginal que mira el mundo desde la barrera sin implicarse, con recelos y hostil por principio hacia el prójimo, y se reencuentra consu viejo yo y casi sin querer, en mitad de una película de transición, vuelve a descolgarse con una obra de madurez grandiosa, con una película que susurra mucho más de lo que la miga cómico-dramática sugieren.

En un tono vacío de demagogia y de solemnes discursos moralistas, el maestro radiografía desde una miniatura aparentemente menor, la columna vertebral de la América descuartizada del siglo XXI, la mutación irreversible de la identidad nacional, la muerte del americanismo terco que inmortalizaron en el pasado algunas de sus películas, la transformación del paisaje humano de un país a costa de la demolición de las raíces, del olvido (encarnado en el chasis reluciente del viejo Gran Torino del 72) de una cierta manera de entender América.
(Sigo en Spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Cadiztano
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