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España España · Madrid
Voto de Hernando:
3
Drama En plena postguerra, Pepita (María León), una joven cordobesa, abandona su aldea y viaja a Madrid para estar cerca de su hermana Hortensia (Inma Cuesta) que está embarazada y en prisión. Una vez en la capital, se enamora de Paulino (Marc Clotet), un valenciano de familia burguesa que sigue luchando en las montañas de la sierra de Madrid. (FILMAFFINITY)
20 de agosto de 2013
21 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un momento de la película que, creo, es el más importante. En el que está la esencia. Están la madre con su bebé en brazos y la carcelera nueva -el único personaje del bando nacional tratado con un mínimo de humanidad y compasión por Zambrano, exceptuando el personaje de la mujer del médico, más interesante en su humana dureza (probablemente el más humano de la pantalla y que al igual que la carcelera no suma ni 5 minutos de metraje)-, están en la capilla, con un cuadro del martirio de Cristo a la espalda, y a la espera de que manden a la madre al paredón. La carcelera se ha apiadado de los llantos del niño y del sufrimiento orgulloso de la madre y decide permitir que le amamante por última vez. Hablan. La segundorrepublicana pregunta si tiene familia. La funcionaria fascista, triste y compasiva, la habla de ella, de su hermano y padre muertos en la guerra a manos de republicanos. La republicana contesta que murió mucha gente que no debía. La fascista niega el alivio de esas palabras. La republicana zanja la conversación con dureza, incluso con un deje de rencor: “vosotros comenzasteis la guerra”.
Eso es la película. No un llanto por el sufrimiento derramando por las mujeres republicanas como nos afirman al inicio, sino un acto de odio y rencor movido por el sufrimiento causado por el bando vencedor a los vencidos. No importan las matizaciones de ningún tipo, no hay perdón.
Zambrano finaliza su film con una cita de Machado “Para los estrategas, para los políticos, para los historiadores, todo está claro: hemos perdido la guerra. Pero humanamente, no estoy tan seguro... Quizá la hemos ganado”. Puede interpretarse como un último elogio a las “heroínas” de la posguerra (las vencidas) y su martirio, valor y dignidad; o como la conciencia de que, hoy en día, no sé si Dios, pero la Historia - o al menos cierta historia no académica pero más humana, esa centrada en hacer juicios al pasado desde el presente- desde luego sí ha juzgado a Franco y su puta dictadura, y desde luego, el bando nacional ha perdido. Por fortuna, es raro encontrar un discurso actual -audiovisual o no- que no culpe a su bando de la guerra y que no arremeta contra la terrible dictadura. Sobre todo en Mass Media o relatos oficiales (educativos por ejemplo). A lo más, un discurso matizador, o justificador.
Es cierto que LA VOZ DORMIDA es una película de héroes -republicanos de rostros y formas hermosas, valientes, dignos, jamás acobardados, luchadores de firmeza inhumana siempre fieles a sus principios aunque eso cause su destrucción y la de sus seres queridos- y villanos -inhumanamente crueles, gratuitamente impíos, grotescos, depravados y feos (no es casualidad que las pocas personas del bando nacional más humanizadas sean también las afortunadas que por un motivo u otro, en su fealdad, tienen un deje de maternidad o piedad)-; pero, por encima de esta intención de mitificar a los vencidos, creo que lo que Zambrano/Chacón se proponen es devolver, ahora que en cierto modo su bando ha ganado la guerra, todo su dolor a los vencedores (humanamente vencidos). Si los fascistas no tuvieron piedad, ellos tampoco han de tenerla; si los fascistas no hicieron distinciones en sus juicios, ellos tampoco; si los fascistas mostraron la historia a su manera y desde su único punto de vista, sin escuchar jamás al otro ni permitirlo, ¿por qué ellos han de hacerlo más de medio siglo después?; si, como repiten varias veces en la película, los fascistas no estaban interesados en el perdón, ¿por qué ellos, tres cuartos de siglo después, habrían de estarlo?
Solo hay dos elementos, típicamente relacionados (por error) al franquismo, que Zambrano/Chacón, puede que justificándolos en la ignorancia de la chiquilla, parecen respetar: el cristianismo (lo que no quita un exagerado anticlericalismo como en la deleznable escena de la monja demoniaca) y la españolidad (acentos, nanas y costumbres).
Ni una correcta realización, ni una comercial historia de amor metida sin interés y con calzador, ni buenas actuaciones pueden levantar una historia tan repetida y reduccionista. Mucho mejor, aun con sus fallos y excesos, PA NEGRE.

Un “(segundo)republicano” zanjaría esta crítica con un 10 y afirmando con dureza, incluso con un deje de rencor: “ellos comenzaron la guerra”. Yo, debo ser muy inocente e ignorante, pero creo que cuando dos hermanos se pelean, la vara no ha de caer sobre quien descargó el primer golpe, ni sobre el vencedor. Tampoco querría olvidar y mirar a otro lado como si nada hubise pasado. Preferiría hacer un acto de memoria, comprender a ambos hermanos, sus motivos -que comenzaron mucho antes de que el primero cogiera la primera piedra- y sus crímenes, y ojalá, en vez de usar la vara, lograra que ambos se dieran la mano. Evidentemente, los vencedores no fueron de mi opinión.
Hernando
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