Es la película más hermosa que he visto en los últimos años.
Algunas escenas me recordaron la intensidad expresiva de las imágenes de Akira Kirosawa, pero lograda con una -aparente- sencillez conmovedora. Fantástica la potencia cromática del blanco y negro...
La reconstrucción de época es una filigrana tejida con hijos muy finos, en ocasiones solo perceptibles por los muy veteranos. Por eso me detengo en la escena de la manifestación estudiantil. Más que el trasfondo de la escena principal, interpreto que constituye una evocación indirecta a la masacre de cientos de estudiantes en la Plaza de Tlatelolco en 1968 (a través de las consignas que se perciben como fondo de la manifestación ambientada en 1970, cuando se percibe el grito de nombres inteligibles, seguidos del grito de ¡presente!...) Como una caja china, la escena cuenta parte de la historia usando un trasfondo, que encierra otro trasfondo,,,,
A su vez, me pregunto cuántos hilos no capté... Ninguna imagen, ningún sonido, es producto del azar. Me dejó muchas preguntas, pero sobre todo, ganas de volver a verla, pero en pantalla grande, para disfrutar con mayor plenitud su estética.
Una película imprescindible para recordar por qué amamos el cine.