“A ciegas” es una especie de survival que, ante mi asombro, reniega del terror. Pongámonos en situación, imaginen una comedia romántica que renegase del romance. ¡Pues eso! Fíjense hasta que punto rehuye el terror que dudo bastante que algún espectador vaya a pasarlo tan mal viendo el film como lo pasa el pobre de Lil Rel Howery en sus escasos diez minutos de película. Un sufrimiento lo de este personaje, chatos.
Para ser completamente honesto tampoco es que Susanne Bier en “A ciegas” nos ofrezca el Santo Grial de los dramas, parte de la historia en la que se la ve más interesada. En ese aspecto esta historia sobre una madre que, en pleno estado de gestación, se encuentra de bruces con un apocalipsis originado por una especie de seres que inducen al suicidio a quien los mira, es casi una enorme metáfora sobre la maternidad y sus efectos. Moraleja nada desdeñable, al igual que tampoco lo es la tendencia de Bier para virar al drama, pero es que resulta muy doloroso que una premisa que se entregaba tan bien al terror y a su vertiente psicológica termine tan desaprovechada.
Narrativamente “A ciegas” se divide entre un presente con ecos a "Un lugar tranquilo" (John Krasinski, 2018) y un pasado que recuerda a "La niebla" (Frank Darabont, 2007), pero sin alcanzar mínimamente las cotas de excelencia de esas dos. El film mantiene bien la intriga al alternar ambas tramas, y ese es uno de sus puntos fuertes. Las dos horas de metraje pueden pesar algo en la recta final, las cosas como son.
En resumidas cuentas, “A ciegas” es un producto pasable y poco más. Si hoy en día estuviesen de moda las spuff movies, esta cinta de Susanne Bier perfectamente podría ser el hilo conductor de un "Scary movie 7" o similar. Reforzado todo ello por la Bullock, que es carne de meme os pongáis como os pongáis.