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Voto de Isaac Paskual:
7
Ciencia ficción. Terror. Thriller Estamos en el futuro de La Tierra, en un mundo devastado en el cual sobreviven unos cuantos aventureros que inician una búsqueda de chatarra que pueda ser comercializada. Hasta el refugio de un pequeño comerciante llega un extraño portando un misterioso cargamento; se trata de una cabeza metálica de lo que parece fue un viejo robot. El objeto es adquirido por Moses, un explorador de aquel mundo, el cual lo lleva a su chica, una joven ... [+]
31 de mayo de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de volver a ponerse en boca del devoto con "Color out of space" (2019), el sudafricano Richard Stanley ya obraba genialidades. "Hardware, programado para matar", su ópera prima, puede considerarse una de ellas.
Un estupendo y personalísimo caos ordenado de sci-fi horror, a modo de futurista pesadilla febril aderezada con psicotrópicos, que mezcla esa claustrofóbica atmósfera de tensión a lo "Alien" (Ridley Scott, 1979) con la imparable tecnología mortal de "Terminator" (James Cameron, 1984). Todo ello en una distopía post-apocalíptica de tintes nucleares con aires a shakespeareiano western cyberpunk de enraizado trasfondo político-social barnizado con pasajes bíblicos.
Los restos de un robot llamado M.A.R.K. 13 llegan a manos de Moses, un chatarrero que recorre el desierto tóxico a la búsqueda de gangas que intercambiar por créditos. Moses decide llevarle estos restos a Jill, su pareja. Una escultura que ha convertido el apartamento en el que viven en un improvisado estudio de arte. Lo que no se imaginan ambos es que dicho M.A.R.K. 13 es en realidad una descatalogada máquina de guerra a punto de resurgir con un único objetivo: matar y volver a matar. Así desarrolla Richard Stanley "Hardware, programado para matar", película parcialmente basada en un comic de principios de los ochenta llamado «SHOCK!».
Innegable que este debut en el largometraje del realizador sudafricano está lleno de impurezas y astillas sueltas, derivado quizás de unir un proyecto relativamente ambicioso con un Stanley aún verde. Pero aun así la cinta se hace querer.
El tono es uno de los puntos más discutibles de "Hardware, programado para matar". Richard Stanley intenta mezclar un sencillo exoesqueleto de exploit de serie B con un corazón de obra con más ambición que esa; pero Stanley no es Ridley Scott, y el tiro le acaba saliendo un poco por la culata. Narrativamente en todo momento le falta lanzarse a meter la quinta marcha; y argumentalmente hay personajes que no sabes muy bien a cuento de qué, carecen de justificación más allá de obvias dianas con patas para M.A.R.K. 13. Todo ello torpedea la correcta fluidez de un producto que acaba resultando más gelatina que agua.
Ahora bien, en lo visual se resarce el director. "Hardware, programado para matar" es magnífica, y con un presupuesto nada boyante. El ingenio y los efectos prácticos en sana comunión.
En definitiva, rendido estoy ante esta imperfecta pero satisfactoria obra.
Isaac Paskual
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