Con el miedo… Bueno, qué digo miedo. ¡Pavor! Con el pavor que yo le tenía a "Carmen y Lola", y al final que naif le ha quedado el tinglado a Arantxa Echevarría. Es que hasta en la resolución de conflictos peca de inofensiva, de no querer hacerle daño ni a una mosca. Y mira que conceptualmente había valor, sobretodo por los temas a tratar. Pero luego, más allá de la primera capa, es que no se vislumbra un ápice de ese riesgo.
A ver, seguramente mi miedo iba porque, entre tanto colectivo desfavorecido —gitanos, lgtb, feminismo— temía encontrar algo más rocambolesco que un poli Deluxe. Y es que, como poco, uno de esos gremios en particular se presta de lo lindo a ese calificativo. Pero al final la película es tan inocente, tan cándida, que hasta me he quedado con ganas de que fuese rocambolesca de verdad. En fin, vivan las contradicciones.
La versión rocambolesca de esta historia la sacaría adelante un año más tarde Isabel Coixet en "Elisa y Marcela". Obra que, en la línea de esta, ni me apasiona ni me disgusta. Siempre me quedaré con la duda de saber qué habría resultado si la Coixet y Arantxa Echevarría se hubieran intercambiado los trabajos. Creo que a la una le hubiera ido mejor el proyecto de la otra y viceversa.
"Carmen y Lola" es tan naif que, la única actriz que más de dos años después ha tenido algo de recorrido, es precisamente una secundaria. Hablo de Carolina Yuste, por si había dudas. Hasta componiendo el casting parece que fueron inocentes.
Que con todo lo anterior no vengo a decir que "Carmen y Lola" sea mala, entiéndanme. Solo digo que me ha dejado en terreno de nadie.