Es complicado hablar de esto. Valoro mucho la existencia de esta película, el hecho de que sea algo real que ha ocurrido en un momento, que está ahí, de cuyas escenas se pueden hablar y comentar y estudiar y referenciar y que en definitiva existen, son algo real, pero no puedo decir que me guste demasiado esto como tal más allá de eso. Me gusta porque me interesa que exista, porque es sorprendente que exista, porque existe.

No me he reído demasiado –me he reído de hecho alguna que otra vez, y sin embargo hay a quien le hace mucha gracia–, no estoy seguro de que pretenda que me ría, quizá algunas veces –quizá me reí en las ocasiones equivocadas porque no es mi tipo de humor, no lo sé–, pero es en retrospectiva cuando empieza a hacer cada vez más gracia todo, el hecho de que tenga lugar aquí todo lo que tiene lugar y que no me hizo demasiada risa en su momento. Y de alguna forma pienso que esta es la intención real.

Es demasiado violenta y destructiva en su propuesta y lleva tan al extremo su subversión de lo que se llama comedia a través de todo este absurdo, toda esta abstracción y de toda esta vulgaridad y falta de gusto como para me pueda resultar fácil entender si se trata de una buena o una mala película –y la verdad es que importa bien poco definirla como cualquiera de las dos cosas–, de hecho, a veces es difícilmente una película.

Soy lo opuesto al tipo de persona que tiene que intelectualizar o conceptualizar algo que es meramente divertido para probar que es valioso –para mí tiene más valor lo contrario–. Habría preferido que esto me pareciese simplemente una película muy divertida, ya que seguramente me habría encantado y sin embargo no soy tan fan del resultado, pero esto como evento, como experimento, como concepto, como objeto de estudio y debate y como acto delirante y destructivo, es realmente único, complejo y valioso, aunque no sea lo que esperase encontrarme.