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Voto de empire95:
8
7.5
48,278
Drama
Situada en 1936, Don Gregorio enseñará a Moncho con dedicación y paciencia toda su sabiduría en cuanto a los conocimientos, la literatura, la naturaleza, y hasta las mujeres. Pero el trasfondo de la amenaza política subsistirá siempre, especialmente cuando Don Gregorio es atacado por ser considerado un enemigo del régimen fascista. Así se irá abriendo entre estos dos amigos una brecha, traída por la fuerza del contexto que los rodea. (FILMAFFINITY) [+]
25 de junio de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La esencia de esta película y el pasaje donde se haya la mayor concentración de emotividad, y sobre todo de cine con mayúsculas es sin duda la ultima escena. Humildemente les recomiendo que vean la película y lleguen con fuerzas a esta ultima escena la cual les voy a resumir y plasmar de la mejor manera que pueda en el spolier:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Estalla la guerra civil y en una humilde villa de Galicia toda la población empieza a dividirse. Los nacIonalistas empiezan a capturar a los republicanos y entre ellos está el maestro de Moncho, un hombre mayor republicano, bueno, tremendamente sabio y con un gran corazón. El padre de Moncho, también republicano y su familia deciden ponerse la careta de nacionalistas y asistir a la plaza del pueblo a presenciar el traslado de los presos. El pueblo se agolpa a las puertas del ayuntamiento y, gracias a un cordón de la guardia civil se crea un pasillo por donde van pasando los presos hasta el camión. La familia de Moncho está en primera fila. Su único objetivo es no levantar sospechas a base de insultar a los hoy "traidores". Poco a poco van saliendo los presos. Un feriante con claros signos de haber sido agredido, el padre del mejor amigo de Moncho, el director de la orquesta en la que tocaba el hermano mayor de Moncho... Empieza insultando la madre: "Ateos, ateos"... La religiosa familia de un compañero de Moncho de la escuela les mira con desdén, ya que saben su secreto. Es el precio de la vergüenza, el precio que deben pagar por salvar su vida.
De repente asoma un rostro pálido por la puerta. Es el maestro don Gregorio, con cara descompuesta y con traje raído. Un traje que le había hecho el padre de Moncho. Moncho gira su cabeza. No da crédito a lo que ve y guarda silencio. Como en estado de shock. No se oye una mosca hasta que pasa por delante del padre de Moncho, le mira a los ojos y este, con la cara llena de lagrimas le llama "asesino, anarquista, cabrón, hijo de puta...". El maestro, uno de los suyos, uno de los que defendía la libertad y la república y con el que compartía posturas era hoy una diana. Una diana a la que disparar para salvar la vida. Pero sus insultos no significaban odio, sino tristeza. Detrás de cada descalificación se vislumbraba en sus ojos pena e impotencia. Impotencia porque acababa de empezar a morir la república, y con ella la libertad. Su libertad.
Don Gregorio sube al camión y la madre de Moncho le invita a insultarle también. Este se siente confundido, y de repente grita "Ateo... rojo...!". Este empieza a alejarse y Moncho echa a correr junto a otros muchachos y comienza a tirar piedras al camión. Como un perro ladrando a las puertas del cielo sigue insultando al maestro, con su cara repleta de odio y rabia. Don Gregorio se limita a mirar fija y seriamente a su pupilo, y es entonces cuando grita con todas sus fuerzas "¡Tilonorrinco! ¡Espiditrompa! ..." ... Esas palabras que su maestro le enseñó las usaba ahora para insultarle, para expresar con ellas la auténtica rabia que había en su interior. Y esa rabia no era otra que la de un simple niño que no quiere que se lleven a su maestro.
Esa cara, la de Moncho cuando se queda quieto viendo como su maestro se aleja en el camión es quizás una de las expresiones mas bonitas y llenas de emoción de nuestro cine. La cara de un niño que no entiende nada, y lo está entendiendo todo.
Gracias a Jose Luis Cuerda por regalarnos esta pequeña joya de película y de escena. Y a Amenábar por ambientarla.
Y no, yo no soy ateo Moncho. No lo soy porque a veces toco mínimamente el cielo gracias a películas como esta.
De repente asoma un rostro pálido por la puerta. Es el maestro don Gregorio, con cara descompuesta y con traje raído. Un traje que le había hecho el padre de Moncho. Moncho gira su cabeza. No da crédito a lo que ve y guarda silencio. Como en estado de shock. No se oye una mosca hasta que pasa por delante del padre de Moncho, le mira a los ojos y este, con la cara llena de lagrimas le llama "asesino, anarquista, cabrón, hijo de puta...". El maestro, uno de los suyos, uno de los que defendía la libertad y la república y con el que compartía posturas era hoy una diana. Una diana a la que disparar para salvar la vida. Pero sus insultos no significaban odio, sino tristeza. Detrás de cada descalificación se vislumbraba en sus ojos pena e impotencia. Impotencia porque acababa de empezar a morir la república, y con ella la libertad. Su libertad.
Don Gregorio sube al camión y la madre de Moncho le invita a insultarle también. Este se siente confundido, y de repente grita "Ateo... rojo...!". Este empieza a alejarse y Moncho echa a correr junto a otros muchachos y comienza a tirar piedras al camión. Como un perro ladrando a las puertas del cielo sigue insultando al maestro, con su cara repleta de odio y rabia. Don Gregorio se limita a mirar fija y seriamente a su pupilo, y es entonces cuando grita con todas sus fuerzas "¡Tilonorrinco! ¡Espiditrompa! ..." ... Esas palabras que su maestro le enseñó las usaba ahora para insultarle, para expresar con ellas la auténtica rabia que había en su interior. Y esa rabia no era otra que la de un simple niño que no quiere que se lleven a su maestro.
Esa cara, la de Moncho cuando se queda quieto viendo como su maestro se aleja en el camión es quizás una de las expresiones mas bonitas y llenas de emoción de nuestro cine. La cara de un niño que no entiende nada, y lo está entendiendo todo.
Gracias a Jose Luis Cuerda por regalarnos esta pequeña joya de película y de escena. Y a Amenábar por ambientarla.
Y no, yo no soy ateo Moncho. No lo soy porque a veces toco mínimamente el cielo gracias a películas como esta.