La película en cuestión transmite lo mismo que el rostro petrificado de la, hasta no hace mucho, excelente actiz Nicole Kidman, es decir, nada. Sabremos que esta triste solamente si vemos que llora, aunque también podría llorar de alegría, con lo cual deberemos deducir su estado emocional guiándonos por métodos puramente intuitivos.
No soy ningún experto en cirugía estética, pero me parece una chapuza lo que se están haciendo no pocos actores y actrices, cuya profesión requiere cierta capacidad para expresar estados de ánimo. Tras estas cada vez más arraigadas prácticas, consistentes en anular los rasgos típicos de una cara a base de inyectarse bótox compulsivamente, se dejan entrever personalidades con graves complejos, con autoestimas por los suelos.
No deja de ser curioso que personas con vidas supuestamente exitosas, con físicos privilegiados que son la envidia del resto de los mortales, terminen cayendo en este tipo de actitudes tan infantiloides, que a mi personalmente me parecen lastimosas.
Ah, por cierto, la película es malilla.