En una reciente visita que ha realizado a España el estupendo editor y diseñador de sonido Walter Murch, señalaba la importancia de la buena utilización del sonido en las películas. Aunque “Déjame salir” no sea un destacado ejemplo, sí que al menos tiene ciertos detalles llamativos, como el de usar una cuchara moviendo una taza de té. Simple, pero utilizado de manera efectiva, y creo que es de una de las mejores ideas que han tenido, quizás por poco vista (y oída) en un thriller, mientras que otras muchas cosas pueden sonar bastante.
Porque esa es otra. “Déjeme salir” es un thriller, al menos para mí, pero nunca un film de terror. Acabo de leer que también que hay quien habla en otros comentarios de denuncia social con toques de comedia. (¿?). La verdad, nada de esto lo había percibido, o al menos hecho de manera inteligente. Lo que a fin de cuentas creo que “Déjeme salir” es un thriller que puede resultar ameno para los fans del género y para los quinceañeros que atestaban la sala, pero para cualquier aficionado serio no pasa de ser un entretenimiento, si quiere jugar con las cartas que se le ofrecen. Quizás se agradece que hayan optado por enfocarlo así y no como la mayoría de las producciones de este género, plagadas con más golpes de efecto, más toques gratuitos “gores” o alargando demasiado algunos momentos, lo que hubiera dado al traste definitivamente con la película.

Lo que ocurre con “Déjame salir” pasa con muchos films, esa hipótesis de que si el guión hubiera estado más perfeccionado, con intenciones más claras para llegar a ser más oscuro en su resultado, y, llevado a cabo por un director más diestro, muy posiblemente estaríamos ante un estupendo film, incluso de terror, como ese terror que en apariencia nos pretenden vender. Pero bueno, tal y como está el patio y tras lo dicho, al menos a mí, me distrajo, no le di demasiadas vueltas y me fijé mi atención en cosas que podían estar más cuidadas, más que pretender realizar un análisis más exhaustivo.

Jordan Peele, el director que ha dado el campanazo con este film, para la próxima, debe contar con un guionista que le ayude, ya que es de los que desde la dirección puede quedar mejor que desde el guión. La elección del emergente Daniel Kaluuya como protagonista ha sido acertada. El resto del reparto cumple, aunque nos quede la sensación de que, a pesar de su siempre buen hacer, Catherine Keener, quede algo desaprovechada. La elección musical, cuando olvida el sentido del humor (bastante infantil) que aparece y se torna más siniestra, logra quizás, lo mejor de la película, evocando al mismísimo Jerry Goldsmith.
Y poco más. Quien quiera pasar un rato entretenido igual la película le vale. Aunque hay un par de cosas que me llaman la atención y que han ido en detrimento del film: el considerable retraso con que llega a nuestras pantallas, acostumbrados a estrenos simultáneos, estando colgada por las redes hace tiempo, y, por supuesto, su estúpido trailer, que ayer vi en televisión tras ver la película, menos mal, y que es un ejemplo de cómo casi reventarla en menos de veinte segundos.