Cuando te apetezca pasar una horita y media viendo algo que no requiera de sesudos mensajes, ni de trasfondo filosófico ni tenga por qué ser una oda al encefalograma perfecto, en "Torrente" hallarás el oasis que todos necesitamos de vez en cuando en nuestras vidas. Puede que esté muy lejos de la perfección cinematográfica, pero el protagonista que se inventó Santiago Segura es en parte el reflejo del español que cada uno lleva en su interior, tan gamberro como primario y tan imprescindible para reírnos de nosotros mismos como lo es el comer, el cagar, el mear y el follar, tareas que aquí se exhiben de la manera más zafia y explícita posible.

Siempre se agradece que alguien tenga las santas narices de sacar a relucir nuestras miserias y vergüenzas diarias y dejarlas al aire libre como quien saca la ropa a tender sin pudor a que el vecino pueda ver sus gallumbos con frenazo o sus bragas con marca menstrual. Eso es Torrente, la exposición de nuestra parte más burra e íntima al servicio de la opinión social y la reunión de todo aquello que nuestros instintos más básicos nos piden pero que guardamos por mero sentido de la ética y el respeto.

Yo soy de esos que me he reído viendo la zafiedad de Torrente. De los que me he sentido a gusto escuchando la suelta de gases por sus entrambos canales y de los que he disfrutado con su grasiento cuerpo bañado en asqueroso sudor axilar y genital mientras olisqueaba rijosamente la ropa interior de su vecina. Y es que Torrente reúne tanta chusquedad que es difícil no odiarlo y quererlo en la misma proporción. Es un tío racista, misógino, chulo, cobarde, putero, malhablado, puerco como él solo y tan vago que funciona a fuerza de engaño y estafa, siendo capaz de vender a su padre por cuatro chavos y de hundir a sus allegados por tres y medio. Aprovechado, ignorante y amoral, tiende a pegarse al débil para sacarle los cuartos y después abandonarle a su suerte. Adicto al sexo, capaz de follarse el tubo de escape de un camión y alternarlo con pajazo constante encima de un colchón rico en chinches y rodeado de tres capas de roña, orgulloso de haberse conocido pero eyaculando que es gerundio en 6 segundos. Necesitado de lavadora, somos capaces de oler su camisa a kilómetros y sus calzoncillos y calcetines a años luz, pero a pesar de toda esta mierda, "Torrente" debe ser vista al menos una vez en la vida.

Ideal para disfrutarla en uno de esos días que llegas a casa fundido y hasta la polla de todo y te apetece cenarte la cosa más guarra que tengas por la cocina. Cénatela con las manos mientras te chorrea la grasa por las comisuras y pon tus pies sudados encima de la mesa después de haberte quitado los calcetines y dejarlos tirados por donde caigan. Olvídate de las formas y eructa sin tapujos al ritmo que te marque esta peli. Ya te ducharás cuando acabe.