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Voto de Augusto Faroni:
5
Comedia. Thriller Londres, años 70. Decidida a convertirse en una exitosa diseñadora de moda, una joven y creativa estafadora llamada Estella (Emma Stone) se asocia con un par de ladrones para sobrevivir en las calles de la capital británica. Pero cuando su talento para la moda llama la atención de la legendaria diseñadora, la Baronesa von Hellman (Emma Thompson), Estella cambia el rumbo de su vida hasta que una serie de acontecimientos la llevan a ... [+]
26 de agosto de 2021
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empiezo a ver Cruella y a los cinco minutos comienzo a preguntarme por qué narices estoy viendo Cruella. En realidad yo no quería verla, la había tachado de la lista, pero el otro día, en la revista de cine, seguramente seducidos, o pagados, o atrapados en una alucinación colectiva, los críticos afirmaban que bueno, que la película no estaba nada mal, que era muy divertida y estaba muy bien hecha; que no era, por supuesto, una obra maestra, pero sí un producto entretenido, notable, fresco, veraniego, muy propio de la época en la que nos encontramos, como los melones y las sandías; una cosa para echarse unas risas y pasar un buen rato en familia, o con los coleguis. En fin, todo ese rollo.

Yo no quería, ya digo, porque me da igual la carnificación y la osificación del dibujo animado de Walt Disney, pero con tanta crítica dulzona y aprobaticia me dio por fijarme en la ficha de la película y ¡ostras!, allí estaba Craig Gillespie, el de Yo, Tonya, que era un peliculón de la hostia, drigiendo la función, y ¡ostras Pedrín!, Emma Stone, mi Emma, la mujer de los ojazos como lunas y la sonrisa como princesa, haciendo de la mismísima Cruella con el pelazo medio negro y medio blanco, como la medida de su alma, supongo.

Así que plegué velas, recogí cable, dije Diego donde dije digo, o viceversa, y me dejé llevar por el artificio americano y por el tinto de verano. Emma Stone tardó quince minutos intolerables en salir a escena. Cuando salió, eso sí, estaba guapísima, pelirroja, acerada, comiéndose la pantalla en cada parpadeo y en cada mirada fija. Pero ya era demasiado tarde: la película, como yo me temía, es una soberana estupidez, una mezcla imposible de Oliver Twist con El diablo viste de Prada, algo cacofónico y muy chorra. Así que apagué la atención y me puse a otras cosas. En mis párpados cerrados todavía flotaba la belleza de Emma Stone, sonriéndome comprensiva. Ella me entiende.


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Augusto Faroni
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