El género del terror está viviendo etapas en el cine actual, por un lado tuvimos la corriente, que aun se mantiene con menos apogeo de las películas rodadas con cámara en mano, más tarde regresábamos a los 80 con grandes filmes de la mano de James Wan que nos aterrorizaba en las butacas con sus espíritus, demonios y casas embrujadas. Y en la película que nos ocupa parece que regresamos a las era de los 90 donde abundaron las películas de terror adolescentes, mecánica más común del género y que suele funcionar mientras que otras se estrella en picado estando solo a la altura de público poco exigente.

En este caso estamos en un término medio, ya que no fracasa en su intento de asustar y nos entretiene pero sin embargo no llega a convertirse en una de esas películas que quedarán para la historia. Algo que posiblemente se deba a su argumento, que pese a ser original en algunos aspectos con el tema del tablero de juego de Hasbro, peca en ocasiones de predecible y de ser algo ya visto en la gran y pequeña pantalla.

Su reparto no es que brille especialmente, algo ya habitual en este tipo de películas donde los actores no deben hacer mucho más que llorar y sobretodo gritar y dejarnos momentos en los que siempre decimos para nuestros adentros “porque vas para ese sitio, no vayas y sal de la casa…”. Sin embargo queremos destacar la actuación de Lin Shaye que parece ya tiene cogido el truco a trabajar en este género y buena muestra de ello es su aparición de nuevo en la tercera parte de Insidious.

Quizás si eres muy exigente del género la película no te guste demasiado, pero creemos que se debe dar una oportunidad, ya que entretiene y nos hace pasar un buen rato (malo en ocasiones con los sustos) además de revivir un tema recurrente pero que echábamos de menos en el cine como es la Ouija. Así que si en algún momento se te pasa por la cabeza jugar con los espíritus quizás prefieras ver esta película y pensarlo dos veces antes de hacerlo.

Puntuación 3/5

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