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Voto de Sildarien:
7
7.2
20,800
Thriller. Drama
Sandra, una escritora alemana, vive con su marido Samuel y su hijo ciego, Daniel, en un chalé en medio de los Alpes franceses. Cuando Samuel fallece en misteriosas circunstancias, la investigación no puede determinar si se trata de un suicidio o de un homicidio. Sandra es arrestada y juzgada por asesinato, y el proceso pone su tumultuosa relación y su ambigua personalidad en el punto de mira. (FILMAFFINITY)
4 de febrero de 2024
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sandra es una mujer alemana que vive con su hijo ciego de 11 años, Daniel, y su atormentado marido, Samuel, en una casa aislada en los Alpes franceses. Desde la primera secuencia se hace latente la tensión que existe en la pareja y, cuando Samuel, tras una violenta caída, aparece muerto en la nieve, no discernimos si se trata de un desafortunado accidente, si él se ha suicidado o si, tal vez, su mujer lo ha asesinado.
Tras las primeras investigaciones Sandra se convierte en sospechosa y, un año después, asistimos al juicio, en un procedimiento en el que, además de los hechos, se juzgarán los evidentes defectos de la protagonista, mujer y madre que no se ajusta a los estándares que durante años hemos interiorizado. Los recuerdos del niño y las revelaciones que va teniendo sobre la naturaleza de la relación de sus padres, serán determinantes para el veredicto.
Todo el tema forense y judicial es tratado de manera interesante y minuciosa. Con un estilo que roza el documental nos adentramos en el desarrollo de los juicios franceses (los americanos los tenemos bastante más vistos), sin dejar de lado la influencia que la cultura, los prejuicios y los medios de comunicación tienen en estos casos. “Anatomía de una caída”, en su forma, se presenta como drama judicial, pero en su fondo es una película que explora las complejidades de la dinámica de una pareja en la que se han invertido los papeles tradicionales, siendo ella una escritora de éxito y recayendo en él la mayor parte de las cargas familiares, incluida la crianza de su hijo. Su mayor virtud es exponer, en tan solo un par de secuencias, lo complicado de lograr el equilibrio en las relaciones, y que estas satisfagan a ambas partes por igual.
Gran nivel interpretativo, con el valor añadido de tratarse de una película rodada en dos idiomas. Ritmo demasiado lento que acompaña las densas sensaciones que despierta. Mejor ver en el cine, en casa hay más riesgo de desconectar.
Tras las primeras investigaciones Sandra se convierte en sospechosa y, un año después, asistimos al juicio, en un procedimiento en el que, además de los hechos, se juzgarán los evidentes defectos de la protagonista, mujer y madre que no se ajusta a los estándares que durante años hemos interiorizado. Los recuerdos del niño y las revelaciones que va teniendo sobre la naturaleza de la relación de sus padres, serán determinantes para el veredicto.
Todo el tema forense y judicial es tratado de manera interesante y minuciosa. Con un estilo que roza el documental nos adentramos en el desarrollo de los juicios franceses (los americanos los tenemos bastante más vistos), sin dejar de lado la influencia que la cultura, los prejuicios y los medios de comunicación tienen en estos casos. “Anatomía de una caída”, en su forma, se presenta como drama judicial, pero en su fondo es una película que explora las complejidades de la dinámica de una pareja en la que se han invertido los papeles tradicionales, siendo ella una escritora de éxito y recayendo en él la mayor parte de las cargas familiares, incluida la crianza de su hijo. Su mayor virtud es exponer, en tan solo un par de secuencias, lo complicado de lograr el equilibrio en las relaciones, y que estas satisfagan a ambas partes por igual.
Gran nivel interpretativo, con el valor añadido de tratarse de una película rodada en dos idiomas. Ritmo demasiado lento que acompaña las densas sensaciones que despierta. Mejor ver en el cine, en casa hay más riesgo de desconectar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Me interesa la manera que tiene la directora de mostrar que las mujeres que anteponen su profesión a sus familias, o son sospechosas de ser promiscuas, son juzgadas mucho más duramente por la sociedad que los hombres. Y que, las mujeres recias, que tienen carácter y carecen de candidez, parecen irremediablemente culpables.
Impresiona la discusión grabada entre Sandra y Vincent, que los presentes en el juicio pueden solo escuchar, pero nosotros podemos presenciar. En una sola conversación, de pocos minutos, vislumbramos los conflictos de toda una vida. Sacrificios, reproches, celos, culpa, decepciones, ambición, traición, frustración. La radiografía de una relación en la que se atisba amor, pero que está marcada por el dolor. ¿Quién tiene razón? Los dos. Y ninguno.
Durante esta secuencia es imposible no cuestionarse y revisar el concepto actual de pareja y, mientras, rememorar nuestras más terribles discusiones y agradecer, aliviados, que ninguna de ellas fuera grabada.
Interesante también el recorrido del personaje de Daniel, inclinándose al fin por apoyar la versión de su madre o más bien, eligiendo no quedarse solo, aunque esto signifique convivir con la posibilidad de haber traicionado a su padre. Su nivel de angustia es tal que, en un desesperado intento de procurarse argumentos que silencien sus temores, casi se carga a su perro.
Daniel, elige lo que solemos elegir cuando nos consumen las dudas: lo que queremos creer, lo que menos nos duele. Y, tras una crucial conversación con la agente judicial que vigila que el niño no sea manipulado, incluye en su declaración la charla mantenida en el coche con su padre (recordada o inventada) que determina hacia que lado se inclinará la balanza.
Que “Anatomía de una caída” tenga un final abierto mola mucho, ya que refuerza la sensación de que no estábamos visionando un thriller, ni una peli de juicios en la que el clímax llegará cuando se descubra la verdad.
Una historia que te sumerge en las relaciones familiares viciadas, se asoma a lo que sucede “de puertas para adentro” y cuestiona lo que una pareja puede, o debe, soportar o superar.
Impresiona la discusión grabada entre Sandra y Vincent, que los presentes en el juicio pueden solo escuchar, pero nosotros podemos presenciar. En una sola conversación, de pocos minutos, vislumbramos los conflictos de toda una vida. Sacrificios, reproches, celos, culpa, decepciones, ambición, traición, frustración. La radiografía de una relación en la que se atisba amor, pero que está marcada por el dolor. ¿Quién tiene razón? Los dos. Y ninguno.
Durante esta secuencia es imposible no cuestionarse y revisar el concepto actual de pareja y, mientras, rememorar nuestras más terribles discusiones y agradecer, aliviados, que ninguna de ellas fuera grabada.
Interesante también el recorrido del personaje de Daniel, inclinándose al fin por apoyar la versión de su madre o más bien, eligiendo no quedarse solo, aunque esto signifique convivir con la posibilidad de haber traicionado a su padre. Su nivel de angustia es tal que, en un desesperado intento de procurarse argumentos que silencien sus temores, casi se carga a su perro.
Daniel, elige lo que solemos elegir cuando nos consumen las dudas: lo que queremos creer, lo que menos nos duele. Y, tras una crucial conversación con la agente judicial que vigila que el niño no sea manipulado, incluye en su declaración la charla mantenida en el coche con su padre (recordada o inventada) que determina hacia que lado se inclinará la balanza.
Que “Anatomía de una caída” tenga un final abierto mola mucho, ya que refuerza la sensación de que no estábamos visionando un thriller, ni una peli de juicios en la que el clímax llegará cuando se descubra la verdad.
Una historia que te sumerge en las relaciones familiares viciadas, se asoma a lo que sucede “de puertas para adentro” y cuestiona lo que una pareja puede, o debe, soportar o superar.