Media votos
6.6
Votos
1,607
Críticas
1,197
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de antonio lopez herraiz:
8
4.3
1,133
Drama
Buñuel imagina una aventura en la que él y sus amigos Lorca y Dalí emprenden la búsqueda de la mesa del rey Salomón, mítico mueble que se presume que está en Toledo y cuya magia permite vislumbrar pasado, presente y futuro.
26 de enero de 2023
Sé el primero en valorar esta crítica
Obviamente ni la televisión ni la serie 'El Ministerio del Tiempo' fueron precursores o pioneros en ejecutar la idea de enfrascar a tres genios excepcionales, tres amigos (y casi se diría que tres hermanos de una sangre por la que corren surrealismo y creación) en una odisea conjunta de aventura fantástica. Y no es menos legítima -al contrario más bien- para tal empeño la voz de Carlos Saura en su condición de alumno aventajado, poseedor de la bipolar sensibilidad del artista que te remueve, te emociona o te desconcierta, para situar a Federico García Lorca, Salvador Dalí y un Luís Buñuel a cuya sombra debe buena parte de su filmografía entre mediados de los 60 -incluyendo un cameo en lo menos parecido que hizo al cine del genio aragonés en esa década- y los 70, en la imaginaria empresa de hallar juntos la morada de un incunable tesoro que se presume estaba escondido en la ciudad de Toledo: La Mesa del Rey Salomón.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
De hecho de aquí surge la misma idea prestada en la susodicha serie de que un Lorca que visita el futuro -¡en 2002!- presencia un concierto con canciones a partir de su obra (con Estrella Morente en escena).
Valeria Marini y Armando de Razza se cruzan, para bien o para mal y no lo desgrano, en el camino de la investigación de sus protagonistas, y a Juan Luis Galiardo le bastan un par de minutos para agenciarse el papel más divertido que había abordado para Saura: ¡un crítico de cine!
Todo ocurre, claro está, en la cabeza de un cetrino y anciano Luís Buñuel -excelso El Gran Wyoming, antes de apalancarse casi en exclusiva como entertainer televisivo- rememorando una inexistente aventura vivida por su yo rejuvenecido (Pere Arquillué), Federico (Adrià Collado) y un convenientemente histrión catalán al que personifica Ernesto Alterio.
Si hay un relato que pide a gritos que Carlos Saura recupere el pulso onírico en el retrato de seres y situaciones hermosamente perturbadoras es precisamente éste. Tal vez "todos tenemos un cine en nuestras cabezas, y sólo necesitamos cerrar los ojos para ver la película que queremos". La que funciona en la cabeza de Saura es una sala convenientemente equipada para poder proyectarte ésta (lo bastante como para que Jean-Claude Carrière se pasase por ahí a corroborarlo ante la cámara). Y de paso completaría su magnífico díptico sobre genios aragoneses sordos como tapias.
Valeria Marini y Armando de Razza se cruzan, para bien o para mal y no lo desgrano, en el camino de la investigación de sus protagonistas, y a Juan Luis Galiardo le bastan un par de minutos para agenciarse el papel más divertido que había abordado para Saura: ¡un crítico de cine!
Todo ocurre, claro está, en la cabeza de un cetrino y anciano Luís Buñuel -excelso El Gran Wyoming, antes de apalancarse casi en exclusiva como entertainer televisivo- rememorando una inexistente aventura vivida por su yo rejuvenecido (Pere Arquillué), Federico (Adrià Collado) y un convenientemente histrión catalán al que personifica Ernesto Alterio.
Si hay un relato que pide a gritos que Carlos Saura recupere el pulso onírico en el retrato de seres y situaciones hermosamente perturbadoras es precisamente éste. Tal vez "todos tenemos un cine en nuestras cabezas, y sólo necesitamos cerrar los ojos para ver la película que queremos". La que funciona en la cabeza de Saura es una sala convenientemente equipada para poder proyectarte ésta (lo bastante como para que Jean-Claude Carrière se pasase por ahí a corroborarlo ante la cámara). Y de paso completaría su magnífico díptico sobre genios aragoneses sordos como tapias.