La serie B los críó y ellos se juntan en un blockbuster. El artesano de cine de acción chunguete Ric Roman Waugh ('Objetivo: Washington D.C) y su último muso -hasta el momento- Gerard Butler saltan al cine apocalíptico, a pesar de que ya no nos encontramos en los 90. ¿O tal vez nos encarrilamos derechitos hacia la temible operación revival de aquella década? Quizás sea aún demasiado pronto para relegar a Morena Baccarin a un género que, visto lo visto en el nuevo milenio, tras las tentativas de Roland Emmerich -con 2 o 3 ejemplos en este mismo siglo-, Jon Amiel ('El núcleo') o Dean Devlin ('Geostorm'), perdió el don de la infalibilidad taquillera hace tiempo.
Los clichés son inalterables y la fórmula nos la sabemos al dedillo: protagonismo coral, cielos rojos, lugares emblemáticos y escenarios naturales arrasados, bandadas de pájaros huyendo, carreteras colapsadas, personajes gritando 'lo más importante es que permanezcamos juntos'. Y obviamente, ha de prevalecer un mensaje sociopolítico que discursee, de forma trivial, sobre cómo la catástrofe pone en evidencia la falta de escrúpulos, ética y raciocinio de quienes sobreviven al desastre y blablabla...
¿La novedad? Ninguna. Es fácil: o te van las disaster movies y entras al trapo a cambio de refocigar en más de lo de mismo o la ignoras directamente. No albergues la más ínfima esperanza de ver nada nuevo porque el desengaño te golpeará con un poder de destrucción mayor que el impacto de un meteorito.
El veterano Scott Glenn ('El silencio de los corderos') goza de unos minutos con un entrañable rol secundario.