Con menor frecuencia de la que nos gustaría, aproximadamente cada 8 o 9 años, los adeptos a la ciencia ficción abordada desde un plano metafísico ven saciada su sed de explorar distintos niveles de la realidad a través de un prisma objetivamente científico, sin el aderezo de efectos visuales empleados para diluir el relato de ciencia ficción pura hasta convertirlo en un pasatiempo irreal, con leves pinceladas de ciencia frente a una inflada tesitura de fantasía sci-fi. Ahora es el turno de plantear qué ocurre cuando un cuerpo y su consciencia mueren, pero algo queda atrapado dentro de su cerebro.
Thomas Harbor (Robert Redford) ha probado científicamente que hay vida más allá de la muerte y, desde que anunció su descubrimiento, millones de personas en todo el mundo se han suicidado para intentar pasar a un plano mejor de la existencia. La oleada de muertes atraerá la atención de la prensa y la visita a la apartada isla, donde desarrolla sus experimentos, de su hijo (Jason Segel) y una misteriosa acompañante (Rooney Mara).
La relectura de una premisa fantástica en 'The Discovery' permanece tan ceñida al plano científico como la licencia creativa o la difuminación de la realidad suelen permitir en una obra de estas características, y como 'Gattaca' (1997, Andrew Niccol) o 'Nunca me abandones' (2010, Mark Romanek), el relato cede ocasionalmente espacio al terreno romántico -que no empalagoso- que implica a su pareja protagonista, formada por Jason Segel y Rooney Mara, cuya química jamás habría visto venir -por imprevisible- antes de verlos compartir plano como sí di por sentada en su momento la de Ethan Hawke con Uma Thurman o Carey Mulligan con Andrew Garfield.
'The Discovery' (2017, Charlie McDowell) no tiene la magnitud de nada que haya escrito Phillip K. Dick, ni está llamada a crear un precedente de peso en la llamada ciencia ficción seria, pero sirve para remover el paladar de quienes busquen algo con que reavivar un género que actualmente no goza de una salud de hierro.