Tras casi 40 años de recorrido y unas cucharadas recientes de Nic Cage que dejarían a cualquiera sobrealimentado de estímulos excéntricos, a Schrader debían faltarle la energía y los necesarios arrestos de riesgo como para decidirse a caminar de nuevo sobre terreno firme pisando terreno seguro: política, religión, y ambos eclosionando en una personalidad lo suficientemente torturada. A eso también ayuda si cuentas con un actor dado a llevar al extremo la volatilidad emocional partiendo de la quietud aparente como Ethan Hawke, un sacerdote replanteándose los pilares de su fe y sus convicciones políticas tras perder a su hijo en la guerra de Irak y no superarlo, y sobre todo el contrapunto catártico que supondrá para él conocer a un activista medioambiental paranoico (Philip Ettinger) con una esposa tan propensa a empujar a un sacerdote hacia una catarsis existencial como Amanda Seyfried.
El humorista Cedric the Entertainer dispone de una cantidad de minutos en pantalla suficiente para poder presumir, por fin, de haber salido en una pelicula que no sirva sólo para envolver el bocadillo con la carátula del dvd.
Schrader, bien para contagiar mejor una sensación de opresión o, como él asegura, alentado de la influencia aún reciente de la bergmaniana 'Ida' (2014, Pawel Pawlikowski), teje una deconstrucción del glosario personal e instransferible de algunas de sus obsesiones más reiterativas e íntimas en el comienzo de un ciclo filmográfico último cuyo interés y calidad está resultando de una graduación con marcada ascendencia y entrecruzados guiños autobiográficos.
Parece que después de esto no han habido, y me da que no habrán, más vueltas de página hacia atrás ni más proyectos de encargo (no parece implicado como director en la secuela de 'American Gigolo' con Jon Bernthal)
Sea así, pues.
Y ahora confesadlo, hijas mías... ¿quién quiere ser la primera a la que el reverendo Hawke conceda una absolución en privado?