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Voto de Cinema Fulgor:
8
7.0
27,595
Drama
Cleo (Yalitza Aparicio) es la joven sirvienta de una familia que vive en la Colonia Roma, barrio de clase media-alta de Ciudad de México. En esta carta de amor a las mujeres que lo criaron, Cuarón se inspira en su propia infancia para pintar un retrato realista y emotivo de los conflictos domésticos y las jerarquías sociales durante la agitación política de la década de los 70. (FILMAFFINITY)
10 de marzo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un festival de emociones. Una ambientación soberbia en el año 1971. Una historia
sencilla, pero que contiene una vida hecha de sentimientos presentados con fuerza, con naturalidad,
sencillez y delicadeza. Una primorosa obra de artesanía, donde cada detalle es cuidado con cariño
para ser puesto al servicio de la historia que se cuenta, de las emociones que se comparten y del
homenaje que se rinde.
"Te digan lo que te digan, la única verdad es que estamos solas", dice en un momento la señora,
abandonada por el marido, a Cleo, la fámula, ambas, por ser mujeres, víctimas de la sociedad hecha
para los hombres, pero una al servicio de la otra, unidas una y otra por una relación de solidaridad y
de afecto que las lleva a formar parte de una misma familia, así sienten a Cleo los niños, pero con la
tensión de una diferenciación de roles, que convierten a Cleo en una persona doblemente
sacrificada, como mujer y como criada.
sencilla, pero que contiene una vida hecha de sentimientos presentados con fuerza, con naturalidad,
sencillez y delicadeza. Una primorosa obra de artesanía, donde cada detalle es cuidado con cariño
para ser puesto al servicio de la historia que se cuenta, de las emociones que se comparten y del
homenaje que se rinde.
"Te digan lo que te digan, la única verdad es que estamos solas", dice en un momento la señora,
abandonada por el marido, a Cleo, la fámula, ambas, por ser mujeres, víctimas de la sociedad hecha
para los hombres, pero una al servicio de la otra, unidas una y otra por una relación de solidaridad y
de afecto que las lleva a formar parte de una misma familia, así sienten a Cleo los niños, pero con la
tensión de una diferenciación de roles, que convierten a Cleo en una persona doblemente
sacrificada, como mujer y como criada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La cámara mira al suelo de losetas de granito. El agua jabonosa cae una y otra vez, hasta que el
cielo, en blanco y negro, se refleja en él, mientras van apareciendo los créditos. Roma es un barrio
rico del Distrito Federal de México.
La cámara sigue a Cleo subiendo por la escalera de las azoteas y termina mirando directamente al
cielo. El ciclo se ha cerrado. El recorrido que va del suelo al cielo es el que transforma la palabra
Roma en su reverso, la palabra Amor. La película ha terminado.
Todo tiene el brillo y la limpieza de la sinceridad, de la credibilidad, por ello uno participa de los
sentimientos de la madre y de los profesionales sanitarios durante un accidentado parto, de los de
una familia rota que, bajo un extravagante cangrejo publicitario, se consuela con un helado mientras
junto a ellos se celebra el convite de una boda, de la impotencia de la abuela que reza avemaría tras
avemaría en medio de un atasco dentro de un túnel, sin poder hacer otra cosa para ayudar a Cleo, o
de ese momento en que el mar pasa de amigo que serena y consuela a peligroso y feroz enemigo, y
uno siente físicamente en el pecho y en el estómago el temor de la pérdida a lo largo de ese
deslumbrante travelling en el que Cleo pierde de vista y busca a uno de los niños en la noche de la
gran ciudad, contraste siempre entre un mundo externo absurdo, peligroso e impredecible y la
familia, sentida como una fuente vulnerable de seguridad, basada en el afecto.
Ha habido momentos en que he recordado La Strada (como en la escena del extravagante profesor
que da clases de artes marciales en el suburbio miserable) y, ciertamente, Cleo tiene mucho de
Gelsomina, una persona que encierra dentro de sí misma mucho más de lo que cree y que, por eso,
pasa desapercibido a los demás, pero no al homenaje que ahora le rinde uno de los hijos, Alfonso
Cuarón, el niño que se recordaba como diferentes héroes y que le dedica esta película, que se
resume en ese contrapicado final, cuando Cleo carga con la ropa de la familia, cuyo peso representa
el de las obligaciones cotidianas, para tenderla en la azotea, mientras los demás se relajan de sus
incertidumbres, de sus preocupaciones y de su cansancio viendo la televisión.
cielo, en blanco y negro, se refleja en él, mientras van apareciendo los créditos. Roma es un barrio
rico del Distrito Federal de México.
La cámara sigue a Cleo subiendo por la escalera de las azoteas y termina mirando directamente al
cielo. El ciclo se ha cerrado. El recorrido que va del suelo al cielo es el que transforma la palabra
Roma en su reverso, la palabra Amor. La película ha terminado.
Todo tiene el brillo y la limpieza de la sinceridad, de la credibilidad, por ello uno participa de los
sentimientos de la madre y de los profesionales sanitarios durante un accidentado parto, de los de
una familia rota que, bajo un extravagante cangrejo publicitario, se consuela con un helado mientras
junto a ellos se celebra el convite de una boda, de la impotencia de la abuela que reza avemaría tras
avemaría en medio de un atasco dentro de un túnel, sin poder hacer otra cosa para ayudar a Cleo, o
de ese momento en que el mar pasa de amigo que serena y consuela a peligroso y feroz enemigo, y
uno siente físicamente en el pecho y en el estómago el temor de la pérdida a lo largo de ese
deslumbrante travelling en el que Cleo pierde de vista y busca a uno de los niños en la noche de la
gran ciudad, contraste siempre entre un mundo externo absurdo, peligroso e impredecible y la
familia, sentida como una fuente vulnerable de seguridad, basada en el afecto.
Ha habido momentos en que he recordado La Strada (como en la escena del extravagante profesor
que da clases de artes marciales en el suburbio miserable) y, ciertamente, Cleo tiene mucho de
Gelsomina, una persona que encierra dentro de sí misma mucho más de lo que cree y que, por eso,
pasa desapercibido a los demás, pero no al homenaje que ahora le rinde uno de los hijos, Alfonso
Cuarón, el niño que se recordaba como diferentes héroes y que le dedica esta película, que se
resume en ese contrapicado final, cuando Cleo carga con la ropa de la familia, cuyo peso representa
el de las obligaciones cotidianas, para tenderla en la azotea, mientras los demás se relajan de sus
incertidumbres, de sus preocupaciones y de su cansancio viendo la televisión.