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Voto de Cinemagavia:
8
Fantástico. Drama. Romance. Thriller En un inquietante laboratorio de alta seguridad, durante la Guerra Fría, se produce una conexión insólita entre dos mundos aparentemente alejados. La vida de la solitaria Elisa (Sally Hawkins), que trabaja como limpiadora en el laboratorio, cambia por completo cuando descubre un experimento clasificado como secreto: un hombre anfibio (Doug Jones) que se encuentra ahí recluido. (FILMAFFINITY)
20 de enero de 2018
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Galardonado con el León de Oro (premio a la mejor película) en el Festival de Venecia y dos Globos de Oro (mejor dirección y BSO), el cuentacuentos más aclamado del cine actual, Guillermo del Toro (“El Laberinto del Fauno”, “La Cumbre Escarlata”), abre su corazón al mundo con La Forma del Agua, una historia llena de monstruos, fantasía y romance.

Desde su arranque, del Toro nos invita a sumergirnos en las profundidades de este maravilloso relato como si de un cuento infantil se tratase. En primer lugar, la trama de La forma del agua ahonda en la insatisfecha rutina de la triste y muda Elisa, quien prefiere vivir en el mundo de sus sueños frente al monótono ruido del exterior. Nuestra princesa cuenta con la compañía de su vecino y amigo Giles (Richard Jenkins) y su parlanchina compañera de trabajo Zelda (Octavia Spencer); sin embargo, la protagonista está lejos de ser feliz.

Sorprendentemente, la vida de Elisa dará un giro inesperado cuando descubra la presencia de un extraño ser traído de un lago de Sudamérica al que investigan en los laboratorios secretos del gobierno en los que trabaja. Una violenta criatura que será sometida a un aterrador y confidencial experimento del que nuestra heroína intentará poner a salvo.

Envueltos bajo una atmósfera fría y más que idónea para el relato, del Toro consigue con La forma del agua en atraparnos desde su onírico comienzo hasta el último y más acuático plano. El director, cuyas obras aparentemente comerciales siempre rebosan de poesía, plasma una historia de dos criaturas incomprendidas que devuelven al cine su esencia en cada toma en la que comparten escena. Una unión de belleza transcendental donde no existen las palabras, sólo los sentimientos armonizados por una banda sonora inquietante, siniestra e, incluso, infantil.

El director, al igual que su personaje principal, muestra con este largometraje su amor a las historias ensoñadoras capaces de romper cualquier barrera. Claramente inspirado en películas de Serie B, del Toro no está subordinado a los efectos especiales gratuitos o al pastiche actual, sino a un cuento de amor en su máxima representación (amar sin importar cómo eres).

En oposición a la imagen construida por el Hollywood dorado sobre los monstruos y todas sus formas de representación, el autor dota al misterioso espécimen con las características del héroe (incluso de la doncella clásica) frente al villano Richard Strickland, interpretado por un más que convincente Michael Shannon. Los monstruos modernos, tal y como viene arrastrando el cine actual, son encarnados por el ser humano; verdadero culpable de todos problemas que atizan el mundo.

Y, ¿qué mejor manera de escenificarlo que en plena Guerra Fría? Es realmente esclarecedora la escena en la que el personaje de Shannon habla sobre Dios y de cómo el hombre, en su idiosincrasia, está hecho perfectamente a la imagen y semejanza de ÉL. Este pensamiento, arcaico donde los haya, define muy bien cómo era la mentalidad colectiva de aquella época sobre la posición del ser humano frente al universo; sin dejar de lado la opinión sobre las “bestias” que no compartían las mismas características que el rebaño. Todo esto, por supuesto, utilizado con muy buen gusto como telón de fondo incapaz de ensuciar la cinta.

Quizás uno de los pocos reproches que podemos echar en cara a La forma del agua sean unos personajes estereotipados; a pesar de que esto se deba a la decisión del director, quien los utiliza como peones a voluntad de la fantasía. Sin duda alguna, el espectador es capar de apreciar lo mucho que disfrutó del Toro rodando cada plano de esta joya que, al mismo tiempo que realiza guiños al cine de antaño, se convierte en un referente para futuros cineastas. La mujer y el monstruo (1954) y King Kong (1933) ya tienen una digna sucesora.

Escrito por Antonio Fuentes Belando
https://cinemagavia.es/la-forma-del-agua-pelicula-critica/
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