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Voto de davilochi:
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Bélico
Durante la Segunda Guerra Mundial, en enero de 1943, cuatro tropas diferentes se enfrentan en el país yugoslavo: los leales al Rey, los partisanos de Tito, el Ejército alemán y sus aliados italianos. Un puente sobre el río Neretva es de vital importancia como medio de comunicación para las tropas partisanas. En una táctica de desorientación, los mismos partisanos vuelan el puente, y en torno a él se desencadena una cruenta batalla... (FILMAFFINITY) [+]
27 de marzo de 2011
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante lo que muchos críticos y estudiosos consideran el más brillante ejemplo de la basta industria cinematográfica yugoslava en torno a la Segunda Guerra Mundial, una de las más importantes en su época – esa misma a la que Kusturica parodia en su inolvidable “Underground”. Todo tiene una explicación: el régimen yugoslavo de Tito asentó su legitimidad para gobernar sobre los destinos de croatas, serbios, eslovenos, albaneses, montenegrinos, bosnios y macedonios en el monopolio de la memoria en torno a este turbulento episodio de la historia, que en Yugoslavia no fue ni más ni menos que una sangrienta guerra civil solapada a una guerra de liberación. Este pretendido monopolio sobre la memoria individual fue efectivo a nivel colectivo, al menos mientras Tito estuvo en el poder y, además, hizo muy difícil el acceso a una visión crítica – y, por lo tanto, desmitificada – de los hechos acontecidos entre 1941-1945. Paralelamente a esta memoria oficial basada en tres reglas básicas que no se podían transgredir – so pena de cárcel – subyacían y sobrevivían las memorias familiares alimentadas por los miedos, pasiones y fobias internas de cada uno de sus portadores y distorsionadas por la misma transmisión generacional. Esas tres reglas básicas sobre las que descansaba (y de las cuales parecía depender) la estabilidad y viabilidad del propio régimen yugoslavo eran la imposibilidad de poner en cuestión la figura de Tito; de proponer una alternativa al Partido único; y, por último, aunque no menos importante, la inviolabilidad del principio de “Unidad y fraternidad”, lo cual suponía la supresión de todo aquello que pudiera ser identificado con el nacionalismo.
“La batalla del río Neretva” formó parte del aparato propagandístico del régimen, un producto cinematográfico concebido para “hacer” nación. Para ello Veljko Bulajic contó con la inestimable colaboración de Orson Welles, en este caso encarnando a un representante del gobierno monárquico yugoslavo exiliado en Londres ante los chetniks, guerrilla serbia monárquica y nacionalista cuyo objetivo era combatir la ocupación alemana pero que, fruto de los acontecimientos, acabó llevando a cabo una guerra abierta contra los partisanos comunistas de Tito. A menudo me pregunto si fue él quien eligió su propio papel en la película… Por aquel entonces podía tener un cierto halo romántico trabajar en la Yugoslavia de Tito y, más aún si cabe, participar en una película que enaltecía la desigual lucha por la supervivencia y la libertad de los partisanos yugoslavos frente a sus múltiples enemigos. ¡Y cuántos enemigos! En la película vemos el modelo abnegado de partisano que se sacrifica por la causa colectiva, por la futura construcción de la revolución. El final es significativo al respecto, toda una familia – dos hermanos y una hermana – entregan sus jóvenes vidas en la lucha desigual que libran contra sus múltiples enemigos: alemanes, italianos, chetniks, ustachas…
“La batalla del río Neretva” formó parte del aparato propagandístico del régimen, un producto cinematográfico concebido para “hacer” nación. Para ello Veljko Bulajic contó con la inestimable colaboración de Orson Welles, en este caso encarnando a un representante del gobierno monárquico yugoslavo exiliado en Londres ante los chetniks, guerrilla serbia monárquica y nacionalista cuyo objetivo era combatir la ocupación alemana pero que, fruto de los acontecimientos, acabó llevando a cabo una guerra abierta contra los partisanos comunistas de Tito. A menudo me pregunto si fue él quien eligió su propio papel en la película… Por aquel entonces podía tener un cierto halo romántico trabajar en la Yugoslavia de Tito y, más aún si cabe, participar en una película que enaltecía la desigual lucha por la supervivencia y la libertad de los partisanos yugoslavos frente a sus múltiples enemigos. ¡Y cuántos enemigos! En la película vemos el modelo abnegado de partisano que se sacrifica por la causa colectiva, por la futura construcción de la revolución. El final es significativo al respecto, toda una familia – dos hermanos y una hermana – entregan sus jóvenes vidas en la lucha desigual que libran contra sus múltiples enemigos: alemanes, italianos, chetniks, ustachas…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
De primeras hay varias cosas que nos llaman la atención, primero que se utilice estos últimos dos conceptos, pero que sean explicados como “monárquicos yugoslavos” los primeros y “fascistas yugoslavos” los segundos. El régimen titista era muy sutil en este tipo de cuestiones y para no herir sensibilidades, para no poner en cuestión la “unidad” y la “fraternidad” que enarbolaban como bandera evita recordar a sus espectadores, fundamentalmente yugoslavos – aunque la película alcanzó un grado de difusión muy alto a nivel internacional –, que los chetniks eran monárquicos, sí, pero ante todo eran serbios y los ustachas eran fascistas, también, pero croatas sobre todo. Por supuesto nada de esto tenía cabida en una película como ésta, realizada a mayor gloria del régimen.
Otra cuestión que llama poderosamente la atención es el papel destacado de la bella Danica, una aguerrida partisana que combatiría hombro con hombro con sus camaradas masculinos. He aquí un estereotipo para calmar conciencias en una sociedad como la yugoslava fuertemente patriarcal y muy reticente a la puesta en cuestión de este modelo. De hecho si nos fijamos ésta es la única mujer que aparece con un papel destacado en la película, un auténtico estereotipo que trata de mostrar lo avanzado y moderno del modelo social propugnado por el comunismo yugoslavo. Pero hasta en ese intento por mostrar una mujer independiente y progresista se acaba observando el poder y la influencia del hombre sobre la mujer, al ver a Danica constantemente protegida por su hermano – como por ejemplo en lo referente a la muerte de su hermano, la cual le ocultará – y a ésta cumpliendo el papel de una madre sobre aquél.
La crítica literaria croata Jadranka Pintaric reconocía que “El comunismo ocultó muchas cosas. Sobre todo, a la gente no intelectual. Si tenías recursos y acceso a la cultura, siempre podías averiguarlo si querías”, pero este cine estaba dirigido precisamente a la masa del pueblo sin recursos. Habría que esperar a los años 80 para que historiadores como Vladimir Dedjer o Jagos Djuretic desmitificaran la “leyenda” del partisano impoluto, del movimiento revolucionario unido por unos valores comunes frente a las divisiones de sus corruptos enemigos (véase el asesinato del personaje de Orson Welles a manos del oficial chetnik). El problema es que el desmantelamiento de los mitos que sustentaban la Yugoslavia de Tito se dio en mitad de una crisis generalizada del comunismo en Europa, de modo que comenzó la toma de posiciones de las élites político-económicas de las diferentes repúblicas de cara a un futuro en el que querían seguir teniendo la palabra. Las memorias traumáticas cultivadas durante décadas salieron a la luz ayudadas por unos diligentes medios de comunicación y unos hábiles políticos e intelectuales: los ustachas volvieron a ser croatas y los chetniks serbios.
Otra cuestión que llama poderosamente la atención es el papel destacado de la bella Danica, una aguerrida partisana que combatiría hombro con hombro con sus camaradas masculinos. He aquí un estereotipo para calmar conciencias en una sociedad como la yugoslava fuertemente patriarcal y muy reticente a la puesta en cuestión de este modelo. De hecho si nos fijamos ésta es la única mujer que aparece con un papel destacado en la película, un auténtico estereotipo que trata de mostrar lo avanzado y moderno del modelo social propugnado por el comunismo yugoslavo. Pero hasta en ese intento por mostrar una mujer independiente y progresista se acaba observando el poder y la influencia del hombre sobre la mujer, al ver a Danica constantemente protegida por su hermano – como por ejemplo en lo referente a la muerte de su hermano, la cual le ocultará – y a ésta cumpliendo el papel de una madre sobre aquél.
La crítica literaria croata Jadranka Pintaric reconocía que “El comunismo ocultó muchas cosas. Sobre todo, a la gente no intelectual. Si tenías recursos y acceso a la cultura, siempre podías averiguarlo si querías”, pero este cine estaba dirigido precisamente a la masa del pueblo sin recursos. Habría que esperar a los años 80 para que historiadores como Vladimir Dedjer o Jagos Djuretic desmitificaran la “leyenda” del partisano impoluto, del movimiento revolucionario unido por unos valores comunes frente a las divisiones de sus corruptos enemigos (véase el asesinato del personaje de Orson Welles a manos del oficial chetnik). El problema es que el desmantelamiento de los mitos que sustentaban la Yugoslavia de Tito se dio en mitad de una crisis generalizada del comunismo en Europa, de modo que comenzó la toma de posiciones de las élites político-económicas de las diferentes repúblicas de cara a un futuro en el que querían seguir teniendo la palabra. Las memorias traumáticas cultivadas durante décadas salieron a la luz ayudadas por unos diligentes medios de comunicación y unos hábiles políticos e intelectuales: los ustachas volvieron a ser croatas y los chetniks serbios.