Cada capítulo de esta serie es una bofetada a la América más profunda, conservadora, intolerante y neoliberal.

Desde las farmaceúticas a las tabacaleras, el partido republicano a la Guardia Nacional, la pena de muerte o el aborto, esta serie toca todos los temas tabú en un país que ha retrocedido en el tiempo y en libertades y derechos, como, abiertamente, se critica en esta serie, a manos de una administración inoperante, arbitraria e incompetente, refrendada por un Tribunal Supremo que apesta a corrupción y politización (es lo que tiene que el Presidente de turno de EE.UU. pueda elegir cuando haya un puesto vacante al magistrado que desee).

Grita a la desobediencia civil ante los recortes de los bienes jurídicos de los ciudadanos, humilla a los mezquinos empresarios que no encuentran límite a sus márgenes de beneficio, pisoteando los derechos de empleados y consumidores.

Por otro lado, presentándonos casos absurdos, se consigue que el formidable Alan Shore (James Spader), en cada juicio, se haga eco de su indignación más profunda ante las injusticias derivadas de actos gubernativos, de conciencias primitivas y del egoísmo capitalista más desenfrenado que se dio en la Administración Bush.

Al margen de la reflexión ética, política o social que conlleva cada capítulo, hace alarde de un humor absurdamente exquisito y se enaltecen valores de amistad y amor que, podría afirmar, no se han exhibido antes.