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España España · Zaragoza
Voto de cassavetes:
8
Animación. Drama. Comedia Primer largometraje de Adam Elliot, ganador de un Oscar con el cortometraje "Harvey Krumpet". Narra la larga amistad por correspondencia entre un cuarentón judío y obeso de Nueva York, y una niña australiana de ocho años que vive en los suburbios de Melbourne. (FILMAFFINITY)
21 de agosto de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adam Elliot, director de animación australiano, ganó el Óscar al mejor corto de la categoría en 2003 con su simpatiquísima Harvie Krumpet. Ha dado ahora el salto al largo conMary and Max, cinta que recoge lo bueno que ya llevaba consigo aquel corto pero trasladado a un mayor metraje. El riego es que lo que funcione en veinte minutos no lo haga cuando se cuenta algo similar en hora y media. Mary and Max lo cumple y se hace merecedora de llamarle pequeña maravilla de finales de la primera década del siglo XXI.

La animación del cine de Elliot es de plastilina. Al igual que las británicas aventuras de Wallace y Gromit de los estudios Aardman, aquí nos encontramos con una técnica similar, si no calcada. Ahora bien, ninguna intención hay de copiar. El de Elliot es otro rollo que resulta ser entrañable, simpático, divertido y muy humano.

La historia se centra en la relación que inician por azares del destino y por correspondencia a la antigua (cartas escritas a mano y esas cosas en vías de extinción) entre una niña australiana solitaria y acomplejada (Mary) y un cuarentón judío neoyorkino (Max) de los años setenta. Las misivas surcan océanos y años y los dos personajes entablan una amistad que de otro modo hubiera resultado imposible. Así conoceremos por la palabra escrita lo que piensan, sueñan, temen, añoran, odian y cómo son estos dos antagónicos (en un principio) personajes.

Varias cosas: una, no es una película para niños. El hecho de ser de animación no implica que sea una película “familiar” para verse en sesión de tarde veraniega. Sorprende su “adultez”, el equilibrio entre lo cómico, lo trágico y el drama.

Segunda, la película habla de sentimientos, de personas, de temores y sueños. Y llegan a interesarme hasta tal punto la vida de los dos muñecos de plastilina que éstos adquieren una presencia y una identidad a prueba de humanos. Las voces en el original de Toni Colette y del gran Philip Seymour Hoffman ayudan de lo lindo.

Tercera, en esta época en la que los correos electrónicos, twiters y demás navegan a sus anchas y nos imponen su tiranía aquí y acullá, bueno y milagroso es que venga esta maravillosa elegía a la amistad, al lápiz y papel, de miradas al buzón. Porque el tono que utiliza Elliot es tierno, pausado, reflexivo (cuántas verdades se cuentan, cuántas tonterías barridas de un plumazo, o de un plastilinazo, con esta pequeñísima pero gran película). Y es eso, una bofetada en toda regla a las cintas que (supuestamente) tienen la vitola oficial de película moral, trascendente.

Pero es que desde el punto de vista cinematográfico, técnico y argumental, no le tiene nada que envidiar a ninguna cinta de esta década, porque no vamos muy sobrados de grandes películas que digamos. La película tiene detalles de guión sutilísimos y elegantísimos. La animación hecha con plastilina a mí me ha hecho olvidar que sea plastilina. Tiene un dominio del tiempo narrativo o de la elipsis de maestro. Y su final... (spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cassavetes
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