Cuando uno ve esta película tiene la sensación de que ha visto algo grandioso, de que hacía tiempo que en las salas de cine no se proyectaba una película así, tan épica, con esa mezcla entre un gran poderío visual y sonoro.

Sin embargo así como es grandiosa en lo bueno, diría que falla estrepitosamente en lo malo, y es a la hora de crear emoción, de crear un vínculo entre el mundo que plasma y el espectador donde la película falla. Y es que siento que hay momentos en los que me da igual lo que pase, me es indiferente. En ningún momento vemos a la gente sufrir, ni a los personajes principales pasar penurias. No, todo sale bien, de un momento para otro. Por lo que la resolución final no sabe tan dulce como debería, todo sale demasiado a favor para los personajes.

Normalmente en este tipo de películas, para que funcionen en el plano de lo emocional, debe haber un momento en el que parece que está todo perdido, en el que a los personajes principales les sobrepasa de algún modo lo que está pasando y se ven sin fuerzas, sin esperanza, para que luego el vuelco que da la victoria a nuestros protagonistas nos deje una gran satisfacción. Pero aquí no, aquí no hay sufrimiento.

Y es por esto que la película que aquí nos concierne, el mundo que representa, no nos llega a los corazones y no hubiese cambiado nada en nuestro interior que la resolución de la trama hubiese acabado de otra manera porque te da igual, no has creado un vínculo con los habitantes de esta historia.

Aun así, en todo lo demás me parece increíble. Me quedo con esos momentos en los que se junta esa banda sonora de Hans Zimmer con todas esas imágenes de Arrakis. Poderosísimo. Y es que como he dicho, en lo bueno Dune es realmente buena. Una película que recomiendo ver a todo el mundo y que sin duda os hará pasar un buen momento en el cine (dan ganas de verla otra vez) pero si que es verdad que si buscas una película redonda, lo siento, hay que decir en lo que falla, que es para lo que estamos aquí.