Si una lección nos queda clara con esta película es que la típica escenita Disney de personaje que parece muerto y no lo está sólo ocurre en las películas. Así el título de mi crítica es una verdad y una metáfora.

Entretenida séptima entrega que tiene el morbo de ser la última aparición de su protagonista, Paul Walker, muerto en circunstancias parecidas a las que muestra habitualmente esta saga, persecuciones y carreras ilegales de coches.

A partir del punto de inflexión que supuso la quinta entrega, y todavía la mejor, esta tercera parte de su nueva vida retoma las trepidantes persecuciones al servicio de una historia más o menos hilvanada.
James Wan demuestra más maestría que Michael Bay en la planificación hiperbólica y en crear énfasis en el elemento más insignificante de la trama.

Contiene una escena, la persecución en Azerbaiyán que para mi ya forma parte de las mejores escenas de la saga y de persecuciones de coches de la historia del cine.
El resto, ya lo habíamos visto en otras. Efectos digitales y guión imposible.

El homenaje a Paul Walker está bien traído, y la división de coches circulando a velocidad legal que divergen por carreteras es una imagen hermosa.