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Drama
A finales del siglo XIX, el doctor Frederick Treves descubre en un circo a un hombre llamado John Merrick. Se trata de un ciudadano británico con la cabeza monstruosamente deformada, que vive en una situación de constante humillación y sufrimiento al ser exhibido diariamente como una atracción de feria. (FILMAFFINITY)
19 de mayo de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque visibiliza ciertos aspectos relativos a la opresión capacitista, el mensaje tiende a positivizar la condescendencia y el paternalismo del colectivo capacitado o "gente normal" (privilegiados) hacia la comunidad discapacitada/cuerpos no normativos (oprimidos) más que al rechazo a la opresión capacitista propiamente dicha, incurriendo así en la típica mirada vertical del primer grupo sobre el segundo.
El patinazo de Lynch reside en que, al mismo tiempo que muestra la realidad social excluyente del colectivo, ensalza un caso aislado de superación personal. Vemos que, tanto Merrick como el resto de freaks, sufren discriminación capacitista: mercantilización de sus cuerpos, marginación social, etc. La única diferencia entre ambos consiste en que, al primero, le son otorgados determinados privilegios a título individual que lo separan de la barbarie del freak show mientras que, al segundo grupo, les son vetados. Pero es que, además, la superación personal de Merrick no emana de la acción integradora de una sociedad solidaria e inclusiva, sino que se sustenta en el fetiche y la filantropía arbitraria de la clase alta londinense (monarquía incluida, para colmo). Merrick no sólo adquiere determinados privilegios, sino que lo hace por efecto de un cúmulo de causalidades improbables, como despertar interés en un cirujano adinerado o caerle bien a la reina. Esto, lejos de promover un ideal anticapacitista, emancipador y empoderador - pues las relaciones de poder entre privilegiados y oprimidos permanecen intactas - cae estrepitosamente en el individualismo y envuelve a la peli en un halo de sensacionalismo artificioso.
El patinazo de Lynch reside en que, al mismo tiempo que muestra la realidad social excluyente del colectivo, ensalza un caso aislado de superación personal. Vemos que, tanto Merrick como el resto de freaks, sufren discriminación capacitista: mercantilización de sus cuerpos, marginación social, etc. La única diferencia entre ambos consiste en que, al primero, le son otorgados determinados privilegios a título individual que lo separan de la barbarie del freak show mientras que, al segundo grupo, les son vetados. Pero es que, además, la superación personal de Merrick no emana de la acción integradora de una sociedad solidaria e inclusiva, sino que se sustenta en el fetiche y la filantropía arbitraria de la clase alta londinense (monarquía incluida, para colmo). Merrick no sólo adquiere determinados privilegios, sino que lo hace por efecto de un cúmulo de causalidades improbables, como despertar interés en un cirujano adinerado o caerle bien a la reina. Esto, lejos de promover un ideal anticapacitista, emancipador y empoderador - pues las relaciones de poder entre privilegiados y oprimidos permanecen intactas - cae estrepitosamente en el individualismo y envuelve a la peli en un halo de sensacionalismo artificioso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Por otra parte, hay un par de escenas que divergen de la línea ideológica principal y rescataría. La primera es aquella en la que Merrick es encerrado por Bytes como un animal para, posteriormente, ser liberado por los freaks del circo. Ni hay paternalismo en esta escena, ni el acto está mediado por la concesión de privilegios; sino que existe una solidaridad horizontal basada en la comprensión mutua que genera estar bajo las mismas condiciones de dominación.
La segunda es el momento en el que Merrick, en su intento de huir de la muchedumbre de la estación, se da de bruces contra unas rejas y es acorralado. Metafóricamente hablando, sigue tan atrapado como cuando Bytes le encierra en aquella jaula: desamparado, sin nadie que le tienda una mano salvadora. Entonces grita. Grita y se empodera, ya no bajo el manto protector del hospital, sino a través de su propia voz como herramienta autosuficiente de reivindicación. No obstante, sólo supone un ligero desvío de la línea individualista de la peli dado que, alzar la voz, le devuelve la vida privilegiada del hospital.
La segunda es el momento en el que Merrick, en su intento de huir de la muchedumbre de la estación, se da de bruces contra unas rejas y es acorralado. Metafóricamente hablando, sigue tan atrapado como cuando Bytes le encierra en aquella jaula: desamparado, sin nadie que le tienda una mano salvadora. Entonces grita. Grita y se empodera, ya no bajo el manto protector del hospital, sino a través de su propia voz como herramienta autosuficiente de reivindicación. No obstante, sólo supone un ligero desvío de la línea individualista de la peli dado que, alzar la voz, le devuelve la vida privilegiada del hospital.