Hay películas que tardan más de la cuenta en atraparte, que durante demasiados minutos parecen una chalupa en el Atlántico a punto de engullirlas el océano personal de nuestros gustos, pero que en el último momento cuando la esperanza es más bien mínima divisan tierra y llega la paz. Algo de eso le pasa a “Michael Clayton”, una obra algo maltrata, con más de lo que queremos ver en ella.

Me parece que es una de esas películas que merecen un nuevo repaso, porque es muy valiente, porque más allá de denunciar a las mastodónticas corporaciones o a los sempiternos mafiosos de los grandes bufetes de abogados made in USA, lo hace con ambigüedad, no es el típico periodista de turno salvapatrias, ni tampoco el ciudadano de la calle que ejerce su derecho a la información. No, se trata de alguien que está dentro, que no es un tipo perfecto ni mucho menos, que sabe como funciona esto pero que al final tiene un tope, del que si se pasa entonces morderá la mano del que le da de comer.

Hay que valorar muy positivamente que es un novato como Tony Gilroy, quien escribe y dirige, y me parece que el resultado essatisfactorio, y mucho más en un momento donde predominan los superhéroes, los efectos por ordenador, los guiones juveniles, el sexo, la violencia gratuita… no se puede pedir mucho para alguien que empieza.

Ya se ha dicho por ahí, pero hay que recalcar lo de George Clooney, una naturalidad impropia de nuestros días. Es como sacado de una máquina del tiempo, es un actor de cine clásico pero presente en el siglo XXI. Una suerte. También un recuerdo a Sydney Pollack en su último gran trabajo delante de las cámaras, en un papel que me recordó al de “Eyes Wide Shut”, otra de esas películas a las que la multitud no valora como debiera.

Para mí ya es buena, pero seguro que “Michael Clayton” ganará con los años, y se la verán otras virtudes que han pasado desapercibidas como su honestidad y su ritmo sanguíneo lineal pero firme, muy alejado de las taquicardias cinematográficas actuales.