Cada día tengo menos claro que es más importante, si la genialidad o la perseverancia y el aprendizaje. Normalmente el público prefiere lo primero, es mucho más espasmódico, llamativo, espectacular pero también fugaz. Lo segundo es un proceso más largo, lento y seguro. Los cineastas se pueden dividir en estos dos tipos –bueno hay que incluir un tercero que son los mayoritarios, denominados los petardos. Los del primer tipo suelen dejarnos casi siempre sus mejores películas en los comienzos, luego la pereza del genio y ese puntito de locura hace el resto y se van diluyendo progresivamente. Un ejemplo de ese primer grupo lo tenemos en Orson Welles.

Pero ya va siendo hora que se reivindique el segundo, que la hormiga y no la cigarra tenga alguna vez protagonismo en la realidad y no sólo en los cuentos. Y ahí tenemos a Clint Eastwood.

Si la experiencia, el estudio, los años... demuestran que puede mejorarse un estilo y un arte, eso lo representa el señor Eastwood.
No olvidemos que era un actor de segunda fila, que se vino a Europa como hacen esos jugadores de la NBA que no disfrutan de minutos en una franquicia de medio pelo. Y con los años llegó a convertirse en el vaquero más inigualable de la historia del cine junto con John Wayne. Más grande ha sido su carrera de guionista y director. El camino de ser un director voluntarioso, algo caprichoso y personal pero con ciertos tics de serie B, a ser probablemente el más grande director vivo que existe en el mundo hay un largo camino, y Clint lo ha recorrido.

Y es que como decía Picasso: "Cuando llegue la inspiración que me sorprenda trabajando." Pues eso Clint, sigue trabajando todo lo que Dios quiera porque estás en una forma artística y creativa ENORME.

Gran Torino. Gran Película.