En la plataforma de Netflix, que desde donde accedí al documental, se presentaba como un trabajo serio sobre el reino de los hongos. Con lo que me he encontrado, por otra parte, es con una película documental mal hilada cuyo foco recae en un empresario de las setas que tiene ideas delirantes sobre lo mágicas que son.
No es solo el acercamiento esotérico al tema ("Somos los hijos del micelio"), sino el intento de hacer pasar por ciencia hechos que no están demostrados científicamente (como el poder de las setas para curar nada más y nada menos que el Alzheimer), sin intentar ocultar el plumero: que te quieren vender setas. Y, es más, están a favor de que se utilicen como droga (cuando este tipo de sustancias está ligado con la aparición de diversas enfermedades mentales).
Lo único bueno, los time-lapse. Estéticamente, la película sí tiene algo que ofrecer.