Antes de nada, no quiero decir con el título que no me gusten el resto de películas de Quentin, al contrario. Soy un fan de su narrativa, de su acción y de su forma de crear historias. Malditos Bastardos, Django Desencadeado y Los Odiosos Ocho son grandes películas, por decir sus tres obras hasta hoy más recientes. No obstante, siempre he dicho que, dentro del estilo de Tarantino, hay varias clases, varios ritmos. Se puede ver, solo en una película, en las dos partes de Kill Bill, estando la primera enfocada a la acción, y la segunda haciendo más enfasis en diálogos largos. Pues bien, desde Pulp Fiction había echado de menos una película que rescatase esa forma de hacer cine: diferentes historias que acaban conectándose en un hilo común después de haberse macerado al detalle en una mezcla de comicidad, cultura y escenas tan largas como espectaculares en el fondo de lo que quieren llegar a transmitir. Hay tiempo para todo. Es una oda al frenesí y a los excesos, pero también al cine de Hollywood, a las pausas, y al buen gusto por tenerlo todo milimetrado a pesar del riesgo de caer en escenas quizá más lentas y largas de la cuenta. Al final, si sabes apreciarlo, lo pasas por alto.

Es una película larga, sí. Con poca acción y mucho diálogo, también. Es posible que decepcione al fan de Tarantino que realmente lo es por Kill Bill y no por Reservoir Dogs. Pero para otros, este es el Quentin que queríamos que aflorase desde hacía tiempo. Metacine pulpfictionesco en el que sabe recrearse como nadie. No es su mejor película, es posible que no tenga un ritmo perfecto ni que todo el metraje esté aprovechado como podría estarlo. Pero de nuevo vuelve a ser él, en ese estilo transgresor en el que reescribe la historia a su manera, y lo hace de forma sorprendente. Y yo lo gozo.