¿Quién nos iba a decir a los que ya peinamos canas que ibamos a ver una película con Lutero como héroe?
Ese puede ser uno de los mayores alicientes para acercarse a verla. Anatemizado hasta la saciedad podemos verlo retratado "desde el otro lado": no nos olvidemos que varias sociedades luteranas contribuyen a la producción del filme.
Como cine de época se ve sin apuro, está bien ambientado y no aburre en ningún momento. Como aproximación a una vida y a unos hechos, que tan fundamentales fueron para el devenir de la historia, es superficial, pero qué otra cosa podía ser. Es prácticamente imposible condensar en el tiempo de duración de un filme todo el entramado que dio origen a la Reforma.
Y más si, como da la impresión, lo que vemos no es sino parte de un material mucho mayor rodado, lo que hace que en su segunda parte todo transcurra con cierta velocidad y si se den por supuestas muchas cosas.
Aun así, la película se deja ver, resulta por momentos atractiva, deja caer unas cuantas ideas interesantes y se aproxima a la complejidad de aquellos años de apogeo renacentista y de excesos que ahora nos cuesta incluso creer.
Fiennes no está mal ni tampoco demasiado bien, superado por Bruno Ganz y la presencia del maravilloso Sir Peter Ustinov e incluso por el camalónico Alfred Molina.
También es de destacar que Lutero, al igual que los comunistas, no llevaba cuernos ni rabo.