He visto "Esplendor en la hierba" mil veces. Preciosa. Trágica. Melodramática. Pero todavía hoy me cuesta identificar el motivo que impide el amor de juventud entre Warren Beatty y Natalie Wood. Lo cierto es que no hay motivo alguno. A ojos del espectador actual es difícil entender la tortura interior que sufren los protagonistas. Son ellos mismos los que reprimen su pasión a base de moral puritana con la que interrumpen el ardor de sus encuentros. Tal vez la teatralidad fatalista de "Esplendor en la hierba" ha quedado anticuada o por el contrario es una película moderna en su retrato de un mundo moral anticuado.

En cualquier caso la moraleja freudiana de Elia Kazan es evidente: en asuntos de amor tienes las de perder si detrás de ti acecha la sombra de una madre mojigata o la de un padre autoritario (soberbio Pat Hingle).

"Esplendor en la hierba" conserva uno de los finales más intensos de la historia del cine. Bellísimos primeros planos del reencuentro de la pareja, años después, en un diálogo de miradas de montaje magistral. La virginal Natalie Wood contemplando extasiada el rostro de Warren Beatty recortado contra el cielo, tan cerca y tan lejos el uno del otro. El paso implacable del tiempo hecho cine.