Las películas de Annaud se caracterizan por el escaso diálogo que contienen. En mayor o menor medida, el silencio es una constante en todos sus filmes. La fuerza de sus películas no radica en el diálogo sino en la imagen. Pero sin duda es el espacio el aspecto esencial de su cine. Su obra se presenta como una reflexión sobre el espacio.

Todas sus películas se abren hacia una inmensidad desoladora y salvaje que será recorrida por unos personajes minúsculos (unos personajes que, a diferencia de los de Hollywood, son reales. Sufren, dudan, sienten y aceptan la continua lucha por sobrevivir, una lucha contra la naturaleza y la propia sociedad).

El cine de Annaud se reencuentra con los grandes espacios. Es el cine del infinito y de la libertad. Concretamente en "El amante", el director explora un nuevo territorio: el cuerpo como paisaje. Vistas panorámicas sobre los cuerpos desnudos de los amantes representan una nueva exploración del espacio.