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Voto de TucoBenedicto:
3
6.8
12,173
Drama
Sandra dispone sólo de un fin de semana para ir a ver a sus colegas y convencerlos de que renuncien a su paga extraordinaria para que ella pueda conservar su trabajo. Su marido la acompaña para apoyarla. (FILMAFFINITY)
17 de octubre de 2016
4 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La base de la historia es un artificio maniqueo bastante chusco: una votación entre los trabajadores de una empresa para decidir entre echar una compañera o cobrar la paga extra. No hace falta ser un experto en derecho laboral ni en recursos humanos para saber que una votación de ese tipo no solo es ilegal, lo cual no importa mucho, sino inimaginable, lo cual sí que importa si estás trabajando el realismo social… pero vamos a perdonarlo, que al fin y al cabo esto es cine.
Además, por muy forzada que sea la base lo cierto es que sirve de estructura para una propuesta interesante: enfrentar a esa trabajadora despedida (o semidespedida o despedida en diferido) a los pérfidos compañeros que la van a dejar en la calle… bueno, en la calle tampoco, que su marido curra y algo le quedará a ella de paro, pero tendrían que volver a un piso de protección oficial y dejar el caserón en el que viven. Ya que la protagonista se va a pasar la película dando pena… ¿era necesario que viviese en un chalet adosado?
El marido, al que no le deben salir las cuentas para pagar la hipoteca del dúplex, le dice que de eso nada, que va a haber repetición de elecciones y que hay que hacer la campaña puerta a puerta en plan político de provincias. En otras condiciones el marido podría ser el bueno de la película, siempre apoyando y animando a su mujer… pero es que la muchacha ha estado de baja por depresión y está bajo medicación… así que lo suyo era decirle “cari, que le den por culo a ese puto curro, ya nos apañaremos aunque sea debajo el puente”… pero es que el dúplex tiene hasta jardín, así que la mete en el coche y la lleva de lado a lado a la pobre moza para que suplique una nueva oportunidad, en plan concursante del Gran Hermano.
En ese deambular patético lo cierto es que los personajes resultan reales y hasta a veces conmovedores…
Además, por muy forzada que sea la base lo cierto es que sirve de estructura para una propuesta interesante: enfrentar a esa trabajadora despedida (o semidespedida o despedida en diferido) a los pérfidos compañeros que la van a dejar en la calle… bueno, en la calle tampoco, que su marido curra y algo le quedará a ella de paro, pero tendrían que volver a un piso de protección oficial y dejar el caserón en el que viven. Ya que la protagonista se va a pasar la película dando pena… ¿era necesario que viviese en un chalet adosado?
El marido, al que no le deben salir las cuentas para pagar la hipoteca del dúplex, le dice que de eso nada, que va a haber repetición de elecciones y que hay que hacer la campaña puerta a puerta en plan político de provincias. En otras condiciones el marido podría ser el bueno de la película, siempre apoyando y animando a su mujer… pero es que la muchacha ha estado de baja por depresión y está bajo medicación… así que lo suyo era decirle “cari, que le den por culo a ese puto curro, ya nos apañaremos aunque sea debajo el puente”… pero es que el dúplex tiene hasta jardín, así que la mete en el coche y la lleva de lado a lado a la pobre moza para que suplique una nueva oportunidad, en plan concursante del Gran Hermano.
En ese deambular patético lo cierto es que los personajes resultan reales y hasta a veces conmovedores…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
pero al final pasa lo que tiene que pasar y la muchacha despedida, depresiva, machacada después de un par de días humillándose y aguantando el desprecio o la pena de los mismos compañeros que la han mandado a tomar por culo, dice “hasta aquí” y se traga todas las pastillas que pilla en el cuarto de baño… que no son pocas, por cierto, para ser una maniaco-depresiva con evidentes tendencias suicidas.
A partir de aquí todo es un desvarío.
Aparece una transfuga que se quiere cambiar al bando de los güenos; el marido, que lo mismo calcula el Euribor de la hipoteca que un recuento de votos, hace una nueva estimación electoral positiva; la muchacha se arrepiente del tazón de barbitúricos que se ha echado entre pecho y espalda; acuden al hospital, en donde la dejan sola en una camilla con un doctor pasota (tampoco hay que ser un experto en medicina psiquiátrica para saber que así no se trata a un suicida), pero están en Francia, un país lánguido pero pasional donde la gente se mediosuicida cada dos por tres y al parecer el tratamiento funciona ipso facto y la muchacha sale más feliz que una lombriz para seguir buscando el voto indeciso y de paso llevarse de paseo a la transfuga, una recién separada más que probable víctima de violencia doméstica.
Y encuentra el voto indeciso, un muchacho que al parecer la había mandado a la puta calle no por el dinero, sino por miedo… ni el voto secreto le quita el miedo a este pobre chaval… y no le falta razón, porque después de dar la matraca con el voto secreto luego los que votan a favor se quedan en una sala, para que quede claro quiénes son los güenos… que al parecer son la mitad, así que han empatado… y, como por lo visto no hay penalties, pues se queda sin curro… hasta que el jefe la llama para decirle que no, que esto en realidad era un experimento sociológico y que en un par de meses echan al negro, la repescan y todos contentos.
Y aquí ya la tipa dice que ya está hasta el moño de la empresa, de sus compañeros, de la sociedad capitalista y de esta puta película que obliga a comulgar con ruedas de molino a unos críticos incapaces de criticar el cine social porque son tan lerdos que no saben distinguir el cine social bueno del malo.
FIN
A partir de aquí todo es un desvarío.
Aparece una transfuga que se quiere cambiar al bando de los güenos; el marido, que lo mismo calcula el Euribor de la hipoteca que un recuento de votos, hace una nueva estimación electoral positiva; la muchacha se arrepiente del tazón de barbitúricos que se ha echado entre pecho y espalda; acuden al hospital, en donde la dejan sola en una camilla con un doctor pasota (tampoco hay que ser un experto en medicina psiquiátrica para saber que así no se trata a un suicida), pero están en Francia, un país lánguido pero pasional donde la gente se mediosuicida cada dos por tres y al parecer el tratamiento funciona ipso facto y la muchacha sale más feliz que una lombriz para seguir buscando el voto indeciso y de paso llevarse de paseo a la transfuga, una recién separada más que probable víctima de violencia doméstica.
Y encuentra el voto indeciso, un muchacho que al parecer la había mandado a la puta calle no por el dinero, sino por miedo… ni el voto secreto le quita el miedo a este pobre chaval… y no le falta razón, porque después de dar la matraca con el voto secreto luego los que votan a favor se quedan en una sala, para que quede claro quiénes son los güenos… que al parecer son la mitad, así que han empatado… y, como por lo visto no hay penalties, pues se queda sin curro… hasta que el jefe la llama para decirle que no, que esto en realidad era un experimento sociológico y que en un par de meses echan al negro, la repescan y todos contentos.
Y aquí ya la tipa dice que ya está hasta el moño de la empresa, de sus compañeros, de la sociedad capitalista y de esta puta película que obliga a comulgar con ruedas de molino a unos críticos incapaces de criticar el cine social porque son tan lerdos que no saben distinguir el cine social bueno del malo.
FIN